Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
110 tenía al frente y ganarse su confianza con tres o cuatro frases. In- cluso con Carabineros. Una noche en busca de copete Un viernes estábamos viendo videos, leyendo revistas, fumando y bebiendo en su departamento de Monseñor Müller, hablando en torno a nuestros fetiches –Borges, Elvis, Carver, Joyce, Chejov, los westerns, Led Zeppelin, Sinatra y sus amigos, entre los suyos– y se nos acabó el copete a eso de las 10 de la noche. La botillería de la esquina estaba cerrada, pero había un Esso Market en José Miguel Infante con Eliodoro Yáñez. Y hacia allá partimos, yo manejando. Hablamos de los años ‘90 cuando no había paranoia antialcohólica y éramos más irresponsables. Para no salir a Providencia, donde era probable que estuviera la policía fiscalizando, Guillermo me con- venció que fuéramos por Av. Salvador y entráramos por Dr. Her- nán Alessandri hasta José Manuel Infante. Una vez allí el problema era que nos pasábamos de nuestro objetivo por unos 50 metros y el sentido de Infante es hacia el sur. Y Guillermo: “Dale hueón, dale, si no viene nadie”. Y doblé a la izquierda contra el sentido del tránsito y antes de llegar al local una camioneta de seguridad ciudadana, estacionada con las luces apagadas al otro lado de Eliodoro Yáñez, encendió sus luces y las balizas, como una patrulla de Blade Run- ner. “Les faltó volar a los hueones cuáticos no más” , recordábamos después. La camioneta se pegó al lado nuestro, de una manera incluso agre- siva, en el estacionamiento de la bencinera, y del costado del co- piloto bajó un carabinero, muy asumido en su rol. Nos bajamos. Yo sólo pensaba en que iba a conocer la Capitán Yávar, la famosa unidad a la que llevan a los infractores por conducir bajo los efec- tos del alcohol, y decía en voz baja: “La cagamos. La cagamos”. Y Guillermo: “¡No digai na’, déjame a mí!”. –¡Buenas noches, documentos! (Los paso). No lo miro a los ojos y guardo silencio. Mientras Guillermo empieza: “Oficial, oficial. Buenas noches. ¿Hace frío, eh? Fue culpa mía. Le juro que fue culpa mía. Estoy de cumpleaños y se nos acabó el copete. A ver, chucha, no ando con mi carnet. Imagínese un cumpleaños sin vino ni cervezas. Sólo con amigas. Lo invitaría, pero sé que está trabajando, aunque otro día igual puede pasar. ¿Tiene donde anotar mi dirección? Somos perio- distas, gente buena onda. Si va a llevar a alguien preso tiene que ser a mí. Tiene que ser a mí. Yo le dije a mi amigo: «Métete no más si son 20 metros. Nadie cacha». Y él no quería. Pero las minas nos están esperando. Y usted sabe cómo son, ¿no?” El carabinero aparta su mirada de Guillermo, me mira y exclama: –¡Señor, usted está bajo los efectos del alcohol! Yo bajo la mirada. Guillermo Hidalgo en Graceland, frente a la casa de Elvis Presley
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