Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 107 en el comercial, parado frente a una biblioteca con un ejemplar de la revista entre las manos, impecablemente terneado. Lo hueveamos hasta el cansancio, pero también lo felicitamos por el reportaje a Belarmino Morales, un desertor del Ejército que se había escapado a sangre y fuego, desde el cuartel donde estaba detenido. “Donde se dislocan los sesos”, fue el título que eligió para su crónica sobre la Base TenienteMarsh, que la Fuerza Aérea de Chile mantie- ne en la Antártida. Si pues, Urruti estuvo ahí, también reporteando para la Qué Pasa. Y mucho antes del accidente en la mina San José, supo de la tragedia de los mineros del carbón en Curanilahue, en la Octava Región. Convencido de que su talento daba para cosas más grandes, emigró a la Revista del Domingo, de El Mercurio, la principal sección de re- portajes de ese momento, a principios de los años 90. Ahí estuvo un poco más de un año, justo cuando la publicación estaba mutando desde los informes profundos y contingentes al nicho de los viajes y destinos turísticos. A Urruti no le gustó ese viraje por lo que decidió volver a Las Últimas Noticias, donde se le encomendó la edición de Reportajes y, posteriormente, la sub-edición de Crónica. “Estrella” del Carnaval de Río Todavía se recuerda su cobertura del carnaval de Rio, en 2003, jun- to con el fotógrafo Guillermo Gómez, más conocido como el Willy Gómez. Estaba en el sambódromo métale música, garotas y des- enfreno, pero lamentablemente tenía que conseguir una historia entretenida para el diario. No tenía nada de nada. Ahí entró a tallar la suerte que acompaña a los campeones. Cuando perdía las espe- ranzas vio muy cerca a la súper modelo brasileña Gisele Bündchen. Como no conocía la timidez comenzó a llamarla a grito pelado. “Somos de Chile, de Chile, de Chileee”, le decía al monumento de mujer. Justo la muchacha andaba con un amigo que era chileno. Cuento corto: terminó entrevistando a la beldad, con fotos desde todos los ángulos y besitos incluídos. Así fue consolidando un prestigio como un estupendo profesional, admirado por los más pretenciosos de la época. No había mucho que discutirle, porque generalmente estaba en lo cierto. Por eso, más que contradecirle, sus periodistas aprovechaban de aprender con sus correcciones y puntos de vista de las notas. En todo caso, tampoco servía mucho llevarle la contra porque, como bien diji- mos, era llevado de su idea. Urruticoechea llevaba las cosas hasta el extremo, sin ambages. Por eso siguió yendo a trabajar todos los días pese a que su salud no lo acompañaba. Tenía que sentirse muy mal para que faltara a la pega. Tipo 11 de la mañana y en la tarde, como a las cinco, se paraba y ca- Buenos Aires. En el mítico Corrientes 348.
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