Del biombo a la cátedra: igualdad de oportunidades de género en la Universidad de Chile
19 Preámbulo En la senda de la reflexión y la acción sobre las desigualdades sociales, la Universi- dad de Chile ha sido pionera en abordar las inequidades de género. Desde finales del siglo XIX con Eloísa Díaz, estudiante de medicina que debía asistir a sus clases tras un biombo y luego, a mediados del siglo XX con las primeras catedráticas como Amanda Labarca, Elena Caffarena y otras que lideraron en diversos campos del saber universitario, hasta los actuales Centros de Estudios de Género, nuestra universidad ha sido vanguardista en la incorporación de las mujeres y, asimismo, en recoger sus problemas y demandas. Esta rectoría ha escuchado con sensibilidad las voces que nos han alertado sobre las desigualdades entre hombres y mujeres, no solo a nivel general, sino en nuestras au- las. Por esto, el 5 de noviembre del 2008 y por primera vez en el país, promulgamos el Decreto Universitario Nº0027663 que incorporó la variable de género en los títu- los universitarios, con la clara convicción que el lenguaje crea identidades sociales y que es preciso despejar los sedimentos de realidades que no corresponden a la vida contemporánea. Sé que estos gestos, aunque necesarios en la inclusión de las diferencias, no son su- ficientes para cambiar las estructuras que operan aún en nuestra comunidad como reflejo de los sistemas culturales que nos modelan. Es por eso que el año 2012 convoqué a académicas, estudiantes y funcionarias, líde- res en sus disciplinas y estamentos, a formar una Comisión de Igualdad de Oportuni- dades de Género en la Universidad de Chile, con el objeto de realizar un diagnóstico sobre el tema y propuestas para mejorar su participación e incorporación en nuestra universidad. El año 2013, profundizando nuestro compromiso, creamos la Oficina de Igualdad de Oportunidades de Género de la Universidad de Chile, cuyo trabajo estuvo centrado en profundizar el diagnóstico inicial y proponer a la comunidad medidas y acciones para abordar los problemas más acuciosos que afectan a cada estamento (académicas, funcionarias y estudiantes). A la luz de los resultados, resulta clara y evidente, la distribución desigual de aca- démicas y académicos, representando las primeras sólo el 34,8% de nuestros acadé- micos contratados; los escollos que experimentan en su desempeño profesional; la
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