Apostillas para una obra invisible

Por tanto la invisibilidad como camuflaje de guerra así como la “locura” necesaria para esquivar ese roce con la razón se vuelven dos dispositivos recurrentes en el proyecto del artista, -armas de guerra- sutilmente desplazadas en el arsenal del artista y su lucha contra el propósito de fundir la teoría con la tecno-práctica en este mundo con- vertido en artefacto, tal como lo denunciaría Lyotard en su “condición posmoderna”. A la noción de camuflaje y de ocultamiento de la realidad, sumaríamos otra noción, y esta nace precisamente y paradójicamente el mismo instante de su ocultamiento, cuando algo es oculto genera “deseo”, por lo tanto la carencia producto de la “invisibilidad” genera deseo, deseo por su posesión, deseo por adquisición, deseo por ser el único, si Dios no se hubiera hecho invisible ante el mundo, la religión no hubiera sido la empresa más exitosa de la historia. El deseo está muy ligado al hecho de lo que se visibiliza, el arte erótico (tal como lo reconoce Baudrillard) no se encuentra dado por el acto mismo de mostrar, como en el caso del porno, éste se encuentra mas bien sometido a la lógica de desaparición, por lo tanto el erotismo se aprovecha del proceso de invisibilización; por ejemplo, la manta que oculta las partes íntimas de una modelo en el arte académico hace que estas resulten eróticas porque generan en nuestra mente una expe- riencia, un deseo de que se pueda visibilizar lo invisible, lo que no está a la vista; entonces se convierte en un juego mental del “desear ver”, deseo por ver lo que se ha ocultado, una búsqueda continua por visi- bilizar, es un juego de ocultamiento invisibilización y encubrimiento del objeto mismo del deseo. Sin embargo, el objeto mismo del deseo, al que se le trata de ocultar para generar más deseo, en un flujo continuo y deseante, de deseo tras deseo tras deseo que decanta en lo que Gilles Deleuze y Felix Guattari denominan, “las máquinas deseantes”: “De un extraño sujeto, sin identidad fija, que vaga sobre el cuerpo sin órganos, siempre al lado de las máquinas deseantes, definido por la par- te que toma en el producto, que recoge en todo lugar la prima de un devenir o de un avatar, que nace de los estados que consume y renace

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