Apostillas para una obra invisible
la obra misma no dice nada) sino porque a pesar que diga mucho, el sistema-mundo se faculte de virilizarle tal cual lo han hecho una infinidad de veces con los discursos mas profundos de filósofos, artis- tas y teóricos de la izquierda más radical, ese “horror de un mundo administrado” al que se refería Weber. Por ello la invisibilidad como camuflaje de guerra nos lleva a mun- dos invisibles, mundos posibles, que afloran únicamente cuando se ocultan de la lógica de la razón, además del “capital” y que en su hui- da dejan huellas (como en el cuento de Caperucita) para su futuro retorno a la realidad. Ya sea colgado desde la ventana de un museo, o reemplazando a los libros de una biblioteca, o metido en un estante de secretaria (tanto en el Reina Sofía, la Autónoma de Madrid o en el MIDECIANT, como en el MAAC de Guayaquil o en la Casa de la Cultura de Cuenca) La performance del artista genera ese “desenchufe con la realidad” que nos lleva a pesar tal como lo decía Cooper, que la locura no está “en” el individuo sino en el sistema de relaciones al que pertenece de tal forma que uno no se convierte en un “loco” solo, sino que parece que existiera toda una suerte de convenciones previamente pactadas y que resultan de un consenso del pensamiento colectivo que llevan tanto al “loco”, al artista o al teórico (características que tiene este personaje) a franquear dichas lógicas en forma de reto a lo “institui- do” inventando por medio de la práctica artística nuevos mundos del conocimiento, ya que cuando este artista nos muestra algo (de forma efímera y fugaz) despliega una ética transgresora que ubica su obra en un plano político pero no panfletario, más aún cuando, en este mundo en donde como nos comenta Brea “lo artístico recibía el en- cargo de hacer pensable un mundo de reapropiación plena de todos los dominios de la experiencia para la totalidad universal de los sujetos de conocimiento”. En una suerte de asentamiento del “vuelo” del artista con su realidad, más aun si parafraseando a Marx, “después de todo, la realidad no es otra cosa que el resultado transitorio de lo que hacemos juntos” , el pro- grama político tras estas propuestas artísticas se hace notablemente evidente.
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