De la dietista al nutricionista: 50 años de una profesión

VIVENCIAS 75 por ese cordón invisible que tanto dolor costó cortar. Decido quedarme en esta Escuela, blanca, luminosa, ordenada, austera, donde todo brilla, las personas se deslizan silenciosamente, no hay marcas en las pa– red.Pos, los rostros de las alumnas de los cursos superiores están libres de maquillaje, parecen her– mosas novicias, hay un hermoso jardín con césped, árboles, flores, un lunar en este feo banio, barrio que aprendí a conocer y querer durante 9 años de tránsito diario, cuántas anécdotas, vacas en la plaza, maestros con piropos sabrosos, reuniones secretas en las esquinas, ante la mirada asombrada de dueñas de casas, baniendo sus veredas en bata de casa. Junio de 1964. La tranquilidad aparente de nues– tra Escuela, es eso, sólo aparente, hay un clima de inquietud velada, conversamos muy bajo en el vestidor, ya que creemos que hay micrófonos es– condidos, pues todo lo que tramamos lo sabe de inmediato la Srta. María, significando esto la repri– menda consabida: amenaza de suspensión e incluso la expulsión de la Carrera y yo quiero ser Dietista, aun en contra de la voluntad de mis padres, vis– lumbro un campo nuevo, tantas cosas por hacer. Agosto de 1964. Nuestras profesoras de Técnica Culinaria Sra. Victoria Atria y de Dietoterapia Sra. Lidia Femández no hacen clases, están "suspen– didas" por todo el año, ellas valientemente soportan, encerradas en minúsculas oficinas en el subterráneo, no pueden hablar con ninguna alumna, nosotras las esperamos en la esquina, siempre y cuando los empleados al servicio de la Dirección no vigilen la

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