De la dietista al nutricionista: 50 años de una profesión

JUUO SANTA MARIA S.C. Sociedad de las Naciones, la segunda efe.ctuada en el mundo; los habitantes de San Antonio aparecieron con dieta relativamente hipocalórica porque se olvidó preguntar cuánta azúcar le echaban a las nu– merosas tacitas de té que tomaban al día. Que el tema era difícil lo sentí en carne propia cuando, en 1933, alentado por el Profesor de Fisio– logía de la UDiversidad Católica, del que era ayudante, me atreví a escoger como Tesis de Grado el realizar una encuesta en 100 familias de la Refinería de Azúcar de Viña del Mar. Al cabo de 5 meses tuve que contentarme con sólo 48 cuadernos con el apunte completo del consumo mensual. Pero, más que el que me fallaran los encuestados, mi problema fue el interpretar los ingredientes de un charquicán o una empanada. Salvado ese obstáculo (hasta con consultas a la cocinera de mi casa), después me encontré limitado por no disponer de Tablas Nacionales de Composición de Alimentos: para calcular el aporte calórico del mote con hue– sillos, con diccionario en mano había que buscar el dato extranjero que más se pareciera a la folkl6rica bebida. Por suerte en esos años comienzan a converger las raíces de la futura Escuela de Dietistas. Llevados por sus comunes intereses se vinculan Cruz-Coke y Joaquín Cabezas. Ayudantes del primero, como Jorge Mamones., Enrique Acevedo y yo, enseñamos Nutrición en Morandé 707. A su vez, el grupo m&lico comienza a aprovechar a las nuevas Profe– soras de Economía Doméstica; y Anita Prckher,

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