Derechos humanos y mujeres: teoría y práctica

En la perspectiva de Celia Amorós, Simone de Beauvoir lleva a cabo una operación de radicalización de la exigencia emancipatoria ilustrada 54 : la afirmación de que no se nace mujer, sino que se llega a serlo “representa la descalificación más radical de toda posible interpretación de la condición femenina como dimanación de una determinación biológica, por tanto, como una característica adscriptiva de la que, a título de tal, no sería pertinente hacer abstracción a la hora de incluir a las mujeres en el ámbito de todo aquello que había sido definido como lo genéricamente humano” 55 . La obra de De Beauvoir es difícil de clasificar. Se ha dudado si debe considerársele un cierre del sufragismo o la apertura a la tercera ola del feminismo. En cualquier caso , El segundo sexo cobrará su mayor relevancia más adelante, puesto que en su momento coincidió con la construcción de la “mística de la feminidad”. A mediados de los años sesenta se comenzó a visibilizar que las conquistas del movimiento sufragista no habían tenido los efectos que sus precursoras habían esperado. El “malestar que no tiene nombre” crecía entre las amas de casa, pero ya había sido hábilmente identificado, nombrado y explicado por Betty Friedan, posibilitando que la nueva generación de mujeres realizara un acertado diagnóstico del estado de su situación en los albores de la década de los setenta: “El orden patriarcal se mantenía incólume. “Patriarcado” fue el término elegido para significar el orden sociomoral y político quemantenía y perpetuaba la jerarquíamasculina. Un orden social, económico, ideológico que se autorreproducía por sus propias prácticas de apoyo con independencia de los derechos recientemente adquiridos” 56 . En la década de los sesenta nacen los feminismos radicales, que se proponen buscar la raíz de la dominación. Para ello será clave el modelo racial: “[s]i, como había demostrado la crítica al racismo, la relación entre las razas es política, la conclusión será que también lo es la relación entre los sexos” 57 . Los feminismos radicales comprenden diversas corrientes teóricas y ejes temáticos, entre los que Alicia Puleo identifica algunos puntos comunes: “La utilización del concepto de patriarcado como dominación universal que otorga especificidad a la agenda militante del colectivo femenino, una noción de poder y de política ampliadas, la utilización de la categoría de género para rechazar los rasgos adscriptivos ilegítimos adjudicados por el patriarcado a través del proceso de naturalización de las oprimidas, un análisis de la sexualidad que desembocará en una crítica a la heterosexualidad obligatoria, la denuncia de la violencia patriarcal, en particular aunque no exclusivamente la sexual, y, finalmente, una sociología del conocimiento que será crítica al androcentrismo en todos los ámbitos, incluidos los de la ciencia. El feminismo radical se separa de la izquierda tradicional por su atención a las relaciones de poder no originadas por la explotación económica” 58 . Por otra parte, a la llegada de la década de los setenta los feminismos habían constatado que, aunque los derechos políticos se tenían y ejercían, las mujeres no habían conseguido una posición de igualdad respecto de los varones. La obtención del voto para las mujeres no había significado un cambio en las legislaciones, las desigualdades legales se mantenían vigentes y era necesario identificarlas para luego erradicarlas. Al mismo tiempo, era necesario un cambio profundo en los 54 AMORÓS (2000, p. 66). 55 Ibíd., p. 67. 56 VALCÁRCEL (2001, p. 23). 57 PULEO (2005, pp. 38-39). 58 Ibíd., p. 41. 46 Derechos Humanos y Mujeres: Teoría y Práctica

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