Derechos humanos y mujeres: teoría y práctica

que nunca les es permitido que se muestren superiores a esos juicios. La blandura es la prenda más importante de una mujer; destinada a obedecer a tan imperfecta criatura como es el hombre, tan llena a veces de vicios y siempre cargada de defectos, desde muy temprano debe aprender a padecer hasta la injusticia y a soportar los agravios de su marido sin quejarse; debe ser flexible, y no por él, sino por ella. La acritud y la terquedad de las mujeres nunca logran otra cosa que agravar sus daños y el mal proceder de sus maridos […]” 14 . En el mismo sentido, Rousseau sostiene que la investigación de las verdades abstractas y especulativas ―todo lo que tiende a generalizar las ideas― no es propio de la mujer, sino que sus estudios deben orientarse hacia la práctica, tocándoles aplicar los principios que descubren los hombres, ya que ellas no poseen la atención ni criterio suficientes para dominar las ciencias exactas, que exceden, entonces, a sus capacidades. Todo lo que deben aprender las mujeres es lo relacionado con las obligaciones de su sexo: la maternidad, el cuidado, la costura. Es decir, lo que la naturaleza les depara como destino. En definitiva, el modelo rousseauniano de la educación natural puede calificarse como un medio de reproducción de la subordinación de las mujeres en el ideal ilustrado, que favorece a los ya amparados por sus promesas igualitarias ―los hombres libres, iguales y propietarios― y excluye a los demás sujetos. Es debido a lo anterior que Mary Wollstonecraft dedica una buena parte de la Vindicación de los Derechos de la Mujer a demostrar las incoherencias y falacias en que incurre Rousseau para sostener su concepto de naturaleza de la mujer. Así, la autora denuncia que la naturaleza de la mujer que se describe en el Emilio no es natural, sino que es fabricada para legitimar la subordinación de las mujeres en la sociedad burguesa ideal o, en otras palabras, la necesidad de que las mujeres ocupen esos espacios subordinados es lo que empuja a los filósofos a fabricar un concepto de naturaleza femenina inferior a la masculina. 15 Así, Wollstonecraft inaugura la crítica de la condición femenina. En palabras de Valcárcel: “[Wollstonecfraft] [s]upone que bastantes de los rasgos de temperamento y conducta que son considerados propios de las mujeres son en realidad producto de su situación de falta de recursos y libertad. Desde su visión ilustrada niega que la jerarquía masculina sea otra cosa que un privilegio injusto avalado por prejuicios inmemoriales. […] La situación de las mujeres no tiene otro origen distinto del abuso de poder en que se funda el orden de la nobleza de sangre a abatir. Ambas dominaciones, la de clases y la de sexo, son políticas y no se puede estar contra una de ellas y dejar a la otra intacta. Lo que los varones ejercen sobre las mujeres no es una autoridad natural –no hay ninguna de este tipo–, sino un privilegio injusto […]. El dar el moderno nombre de privilegio a la ancestral jerarquía entre los sexos era la radical novedad teórica que el primer feminismo ilustrado ejercía. Era posible gracias al empleo de las categorías conceptuales y discursivas de la Modernidad, pero traspasaba los usos para las cuales habían sido concebidas. El feminismo aparecía como un hijo no deseado de la Ilustración. Implicaba la subversión de un orden que muy pocos querían ver producirse. Parecía amenazar a los mismos pilares de la nueva respetabilidad burguesa. La negativa a aceptar la estirpe, de la que provenía el orden de privilegio de la nobleza de sangre, implicaba una nueva forma de familia en la que la jerarquía sexual era básica. Ello entrañaba redefinir los nuevos papeles masculinos y femeninos” 16 . 14 Ibíd. 15 AMORÓS y COBO (2005, p. 137). 16 VALCÁRCEL (2001, p. 12). 36 Derechos Humanos y Mujeres: Teoría y Práctica

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