Las relaciones entre América Latina, Estados Unidos y Europa Occidental
Alberto van Klaveren / LA CRISIS DE LA HEGEMONIA NORTEAMERICA:'<A Nicaragua tiene cierta similítud con el triunfo de los revolucionarios cu– banos en 1959. En segundo lugar, la renuencia de los países latinoameri– canos a seguir la política de Washington en este caso particular marca un hito de gran trascendencia en el ámbito regional, en especial cuando se recuerda la actitud observada por estos mismos países frente a la interven– ción norteamericana en la República Dominicana (1965). No cabe duda de que ambas dimensiones apuntan hacia un cambio en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, aunque ciertamente no se trata del primer cambio de esta naturaleza. ¿Pero significa esto que estemos asistiendo al fin de la relación hegemónica? Creemos que- sería prematuro contestar esta pregunta en forma afirmativa. En primer lugar, tanto el relativo predominio de los sectores moderados en el nuevo gobierno de Nicaragua como la enorme necesidad de ayuda externa para empren– der las tareas de reconstrucción en el devastado país nos impiden derivar conclusiones demasiado definitivas sobre su alejamiento de la esfera de influencia norteamericana. Con esto, no estamos diciendo que el cambio operado en el país sea poco drástico o poco revolucionario. Es obvio que se trata de una alteración fundamental. pero sus alcances con respecto a la hegemonía norteamericana todavía no son claros debido a la imperiosa necesidad de financiamiento externo que, con' toda probabilidad, tendrá que provenir de los países capItalistas. En segundo lugar, la actitud ob– servada por los otros países latinoamericanos no implica necesariamente una divergencia de fondo con Washington. Después de todo, los temores norteamericanos de una "segunda Cuba" son compartidos por Vene– zuela, Costa Rica y otros países que se opusieron a la intervención armada. En tercer lugar, no debemos olvidar que el triunfo insurreccional tuvo lugar en un país pequeño y muy particular de América Latina y que, a pesar de los paralelos superficiales que se quieran trazar, tiene pocas simi– litudes co'n la realidad de los estados burocrático-autoritarios de América del Sur, Las elecciones presidenciales que se celebraron en 1978 en la República Dominicana también plantean un caso interesante en términos del actual contexto político de las relaciones entre América Latina y Estados. Unidos. Las abiertas presiones ejercidas por el gobierno norteamericano sobre el regímen de Balaguer en el sentido de que se respetaran los resultados de la elección y se reconociera el triunfo del candidato del Partido Revolucio– nario Dominicano (PRD), tuvieron sin duda una gran influencia en la neutralización de un inminente golpe de Estado y constituyen una prueha fehaciente de que el poder de Washington sigue siendo muy relevante en la región. Sin desconocer el carácter positivo que este cambio de la estruc– tura política local puede tener, en especial en lo que dice relación con el subsiguiente saneamiento de la cúpula militar dominicana, debemos re– cordar que el actual PRD tiene poco en común con el partido nacionalista y semirrevolucionario que era en 1965 y que su posición no es radicalmente diferente a la del grupo político que desplazó del poder. Se trata, pues, 33
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