La revolución norteamericana, auge y perspectivas
Cristidn Guenero l'oacham / LAS CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA Y•.• Bland, vale decir los "radicales", fue, quizás la primera teoría del im– perio británico perfectamente definida que se formuló, teoría que luego fue llamada del Dominio. Notables fueron a este respecto el escrito de James Wilson, Considerations on the Nature and Extend of the Legíslative Authority of the British Parliament, el de Thomas Jefferson, Summary Wiew of [he Rights of the British America y el célebre Novanglus de John Adams. En oposición a ella, estaba la posición de los "tories" ingleses y de los "loyalists" y conservadores americanos, que aunque no lograron nunca expresarla en forma clara, en sus planteamientos estaba la idea de que el Gobierno Inglés -Corona y Parlamento- era el mis– mo para todos los ingleses de todas las partes del mundo. No podía haber una división de la soberanía y los ciudadanos ingleses o estaban sujetos a la Corona, o simplemente no eran ingleses. El pueblo britá– nico constituía una sola nación, un cuerpo político indivisible, y sólo podía haber una cabeza. La Corona podía delegar ciertos poderes en las Legislaturas Coloniales, pero estas asambleas eran "corporaciones" locales o comités reguladores_ Pretender que estas legislaturas tenían derechos de legislación superior, incluso dentro de los límites de una colonia, era para estos hombres algo imposible de aceptar. "El conflicto de ideas se resolvió -escribe el Profesor Max Savelle– en un conflicto entre la idea inglesa de una nación integral, monolí– tica, de una parte, y la tesis americana de una familia de sociedades nuevas, con una especie de soberanía federal". El 18 de Octubre de 1774, el Congreso Continental dio otro paso decisivo, al crear la llamada Asociación Continental. Mediante este acuerdo, las colonias establecieron Comités de Seguridad para velar por la no importación y no consumo de productos británicos, cesar el tráfico de esclavos negros, y acabar con las exportaciones a Gran Bretaña, Irlanda y las Indias Occidentales. A quienes se opusieran a estas medidas, simplemente se les denunciaría y se les boycotearIa. Luego, el Congreso preparó una petición al Rey, otra dirigida al pueblo británico y al Parlamento y una exposición de causas dirigida al pueblo de Quebec y, acordó, finalmente, volver a reunirse en Mayo de 1775, si la situación no cambiaba. Como era de esperarse, las demandas del Congreso Continental no iban a ser fácilmente aceptadas en Inglaterra. Se pensaba que las colonias habían ido demasiado lejos, que los intentos de llegar a un acuerdo habían fracasado y que ya era tiempo de defender la auto– ridad de la Corona. Jorge III, que en mi opinión, nunca entendIÓ el 77
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