La revolución norteamericana, auge y perspectivas

Cristián Guerrero Yoacham / LAS CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA Y••• acuerdos de No Importación de las colonias. Por ello unieron sus peticiones a las Declaraciones y Resoluciones del Congreso de la Ley del Timbre y solicitaron la derogación de esta disposición. El Par– lamento, presionado y criticado, no tuvo otro camino que tomar, aunque lo hizo por razones de conveniencia, no de principios. Pero el Parlamento no se dejó impresionar por los argumentos constitu– cionales presentados por los colonos y para que de ello no quedara dudas, después de derogar la Ley del Timbre, aprobó la llamada Acta Declaratoria, ley en que proclamó que el Parlamento de la Gran Bretaña era la suprema autoridad legislativa del Imperio y su legislación era para todos los ciudadanos ingleses, dondequiera que se encontrasen, los cuales, como súbditos ingleses que eran, estaban obligados a acatar y respetar todas y cada una de las Leyes que el Parlamento emitiese. Los colonos norteamericanos se congratularon por la derogación de la Ley del Timbre. Los ingleses por su parte quedaron conformes con el Acta Declaratoria. Muchos pensaron que todo había vuelto a la normalidad, que todo había pasado y que con "un borrón y cuenta nueva", la situación se arreglaba. Pero ello no era cierto. Primero, porque es indiscutible que la resistencia colonial había salido triun– fante, y segundo, porque el problema de fondo, el problema central, de la estructura del Imperio, del lugar que en ella correspondía a las colonias continentales y su autonomía, no había sido resuelto. Varias personas reconocieron en esos mismos momentos· que ya no podría haber una paz permanente y duradera entre las colonias y la Metrópoli, hasta que esta última circunstancia se resolviera. Pero Inglaterra, apremiada como estaba de dinero volvió a pensar de nuevo en obtenerlo a costa de las colonias. El nuevo gabinete en– cabezado por el Duque de Grafton llevó al Ministerio del Tesoro a Charles Townshend, "champagne Townshend", como se le conoda, hombre que "cambiaba de ideas tan fácilmente como cambiaba de ropas" y cuyos mejores discursos los había pronunciado en el Parla– mento bajo la presión de algunos pícaros grados de alcohol. En 1767 Townshend logró que el Parlamento aprobara, nuevamente, una se– rie de leyes que imponían gravámenes a las mercaderías que se impor– taban a las colonias. Para evitar discusiones, se inventó la disposi– ción que estos tributos debían ser cancelados antes de su ingreso real a las colonias, con lo cual pasaban a ser impuestos "internos", pero ya se tratara de impuestos "internos" o "externos", el hecho concreto era que eran impuestos. Así lo advirtieron los colonos y sus temores

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