La revolución norteamericana, auge y perspectivas
LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA, AUGE Y PERSPECTIVAS en pugna, el comportamiento del rival violaba las costumbres esta– blecidas desde antiguo y la constitución del Imperio. Cada uno de los bandos creía que el innovador era el otro, cada uno se sentía impulsado a resistir. Ninguno de los bandos, americano o británico, comprendió al otro y de la incomprensión nació el conflicto y del conflicto surgió la secesión de las 13 colonias cont.inentales del seno del Imperio. Algunas de las colonias británicas en el Nuevo Mundo eran dema– siado insignificantes y dependían en su totalidad de la Metrópoli para oponerse a los mandatos que de ella venían, y mucho menos estaban en condiciones de resistir y desafiar su voluntad y sus orientaciones. Tales eran las colonias de la Bahía de Hudson, Terranova, Honduras Británica y el Orinoco. Otras colonias como el Canadá, Grenada y Florida Occidental, de origen no inglés, pero dominadas por Ingla– terra como resultados de los conflictos internacionales, en especial la Guerra de los Siete Años, con predominios de poblaciones y cul– turas no británicas, estaban habituadas y era normal para ellas a ser administradas sin su consentimiento y no conocían la autonomía. El valle del Missisippi, y otras colonias de origen francés, estaban esca– samente pobládos por colonos y predominaban los aborígenes. En el resto, las estructuras e ideas políticas mostraban un alto grado de semejanza; y todas ellas, desde Nueva Escocia a Barbados, se habían enfrentado con el problema de definir su relación constitucional con la Madre Patria y la Metrópoli. Todas las colonias autónomas, en un momento u otro, habían combatido la tendencia de la Metrópoli que intentaba dirigirlas sin su consentimiento en el orden económico y político, y a menudo en contra de sus propios intereses y deseos. Pero ahora, en 1763, existía una profunda diferencia entre la situación de las colonias de las Indias Occidentales y de las situadas en la costa atlántica del continente norteamericano. Las colonias in– glesas del Caribe dependían estrechamente de la Metrópoli comO mercado para su producción, mientras que a las colonias continen– tales les sucedía absolutamente lo contrario. Las Indias Occidentales eran, en verdad, provincias económicas de la Gran Bretaña, y gozaban, y estaban agradecidas de ello y de un trato paternalista; las colonias continentales, en cambio, chocaban cada vez más con la economía de Inglaterra y les molestaba y perjudicaba el control inglés. Al mismo tiempo, las colonias caribeñas, pequeñas e indefensas, necesitaban de la Armada Imperial para que las protegiese de los enemigos fran– ceses, holandeses y españoles que las rodeaban; en cambio, las colonias
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