La revolución norteamericana, auge y perspectivas
Joaquin Barceló I EL PENSAMIENTO ILUSTRADO EN NORTEAMÉRICA salvación. ¿No es así, en efecto, como se comportan los tiranos y los déspotas absolutos en la tierra? ¿No se muestra Dios, según esta con– cepción, a la manera de un soberano cruel y despiadado? Debemos reconocer, sin embargo, que el puritanismo colonial no vio en esta dependencia absoluta del hombre ningún rasgo de crueldad ni de capricho arbitrario en el Creador, por la sencilla razón de que el hombre, cuya naturaleza está corrompida por el pecado, no posee mé– ritos propios frente a la divinidad. En verdad, se pensaba, de las crea– turas que pueblan la tierra no hay ninguna peor que el hombre. Jonathan Edwards (1703-1757), después de pasar revista a toda la historia universal, tal como él la veía, concluyó que "una visión de los períodos sucesivos de la.existencia pasada del mundo, desde el comienzo hasta estos días, revela que la maldad ha tenido... una con– siderable superioridad en el mundo". Específicamente, "la humani– dad ha sido mil veces más dañina y destructora... que todas las bes– tias, aves, peces y reptiles nocivos de la tierra, el aire y el agua". El hombre ha llegado a tal extremo de perversión y maldad que, no contento con destruir al resto de la creación, se ha vuelto también contra sí mismo: "En ninguna parte puede encontrarse creatura que sea tan destructora de su propia especie como lo es la humanidad", dice Edwards. La célebre elocuencia de Edwards en su ministerio eclesiástico no dejó de revelar esta sombría imagen que él se forjaba del ser hu– mano. Pecadores son también para él "aquellos que nos parecen ino– centes, como los niños, pero que si están lejos de Cristo son a los ojos de Dios pequeñas víboras y aun más repugnantes que éstas". En sus sermones, aterrorizaba a los pobres buenos cristianos que no tenían la certeza (¿ y quién podía tenerla?) de haber sido elegidos por Dios para la gloria eterna. "Vosotros", les decía, "todos los que no habéis sido llamados a una vida nueva y resucitados de la muerte del peca– do, estáis en manos de un Dios encolerizado. Qué importa que ha– yáis cambiado de muchas maneras vuestro modo de vida, qué im– porta que améis la religión y que observéis sus preceptos en vuestras familias, en vuestra intimidad y en la casa de Dios; sólo su benevo– lencia impide que seáis precipitados en este mismo instante al abis– mo de la condenación eterna... sólo a ella debéis no haber sido preci– pitados anoche al infierno, y haber despertado en este mundo, el mismo en que os dormisteis...". Pero esta teología del terror no estaba destinada a perdurar. La idea calvinista de la predestinación fue suavizada a través de la 47
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