La revolución norteamericana, auge y perspectivas
Rica"do Krebs Wilckens I EL ML"NDO OCCIDENTAL.EN EL SIGLO XVIII: SOCIEDAD••• ya las creencias. Voltaire se encargó de divulgar en el continente las teorías científicas de Newton que fueron acogidas como la nueva ver– dad que ponía fin a la visión bíblica del mundo. El espíritu ciend– fico de la Ilustración ya no comprendió el universo como creación emanada de Dios, sino como un mecani'smo que se regía por leyes eternas que eran investigadas, conocidas, analizadas y aplicadas por la razón humana. El filósofo ilustrado ya no preguntaba por Dios, la Revelación, el Pecado y la Redención, sino por la felicidad, la utilidad y el placer. Ya no trataba de superar la naturaleza y elevarse a la esfera de lo sobrenatural, sino de someter la naturaleza al im– perio de la razón. En el momento de centrar la verdad en la razón y no ya en el dogma revelado, se perdió la unidad espiritual e ideológica que hasta entonces había unido a todos los miembros de la sociedad. En su lugar apareció una infinidad de opiniones y concepciones particulares que no comprometían a la sociedad colectivamente. Todas estas opi– niones y convicciones sólo tenían en común la fe en la razón, erigida ahora en divinidad de que se esperaba el perfeccionamiento de cada uno y la ilustración y la felicidad de todos. El hombre se vio impulsado por un inmenso afán de investigarlo todo, de revisar el pensamiento tradicional y de descubrir nuevas ver– dades. La razón crítica penetró en todos los ámbitos de la realidad, inició la lucha contra las supersticiones y los prejuicios y atacó há– bitos inveterados que ahora parecían absurdos. El espíritu investigador formuló nuevas hipótesis, estableció nuevas leyes, descubrió el in– menso poder de la razón humana y la inconmensurable riqueza y variedad del mundo terrestre y cósmico. Fascinados por los nuevos descubrimientos e inventos, los hombres empezaron a soñar con un mundo en que el hombre podría ser plenamente libre y feliz gracias a la razón. Sin embargo, ya entonces algunas personas, y justamente los pensadores más grandes y de mayor sensibilidad, vislumbraron que el proceso que se iniciaba podía conducir a un completo relativismo y que el hombre que ahora se sentía tan orgulloso de su razón sobe– rana, podría sentir alguna vez una tremenda soledad y confusión. Estas dimensiones de la espiritualidad y psicología del hombre mo– derno se pusieron de manifiesto ya en "el padre de la Ilustración", el francés Pierre Bayle, hijo de protestantes, quien vivió en los Países Bajos. En el año 1691 empezó a publicar su Dictionnaire historique et politique con que inició la guerra contra todos los errores, las ilusiones y las leyendas, contra los prejuicios y las afirmaciones dog- 33
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