La revolución norteamericana, auge y perspectivas

Ricardo Krebs Wilckens I EL MUNDO OCCIDENTAL EN EL SIGLO XVIII: SOCIEDAD••• La nobleza inglesa, estimulada por los progresos de la burguesía, empezó a administrar cuidadosamente sus tierras que le proporcio– naron cuantiosas utilidades, las cuales le permitieron construir con– fortables mansiones en el campo y la ciudad, mantener a un numeroso personal doméstico, tener caballos de fina sangre y jaurías y dedicarse a sus deportes favoritos. El landlord inglés renunció a un cerrado espíritu de casta y aceptó el reemplazo de una sociedad estamental cerrada, basada en el nacimiento, por una jerarquía social abierta basada en la fortuna. Desde su asiento en la Cámara de los Lores o desde alguna secretaría en el Gabinete, el lord inglés contribuía a moldear los destinos del Imperio Británico. En agudo contraste con el desarrollo inglés representaba la nobleza austríaca el típico ejemplo de una clase cerrada que se negaba a admitir en su seno a los burgueses enriquecidos que, contra el pago de una elevada suma de dinero, obtenían algún título nobiliario del emperador. En el año 1763 em– pezó a publicarse el famoso almanaque de Gotha que contenía una detallada descripción de cada familia nobiliaria para que no hubiese ninguna duda con respecto a quienes pertenecían realmente a la aris– tocracia. En Prusia, Federico II protegió a los nobles que eran sus mejores servidores y que vivían y morían por el gran Federico. Por ley se prohibió a los comunes comprar tierras nobiliarias. La bur– guesía debía dedicarse exclusivamente al comercio y la industria. El aristócrata ruso fue obligado a servir al estado en la administración y el ejército, en compensación de lo cual el zar le confirió un poder casi absoluto sobre stis tierras y sus siervos. En Francia, algunos nobles, conquistados por el nuevo espíritu de empresa, participaron en los progresos del capitalismo y se relacio– naron con la burguesía. Varios nobles establecieron empresas mineras y fundiciones. Nobles tan distinguidos como el duque de Montmo· rency o Chateaubriand, el padre del famoso autor de Las Memorias de Ultratumba, no tuvieron escrúpulos en participar en el poco aris. tocrático pero lucrativo negocio negrero. Pero éstas fueron las excepciones. La inmensa mayoría de la no– bleza francesa se sentía orgullosa de constituir una clase ociosa y quiso seguir siendo una clase ociosa. Momentos culminantes de su vida era una fastuosa recepción de Luis xv en el palacio de Versalles o una elegante reunión en un salón de París. A rafi del creciente poderío de la burguesía, la nobleza empezó a sentirse amenazada en su fortuna, su prestigio y su rango. Por este motivo, se produjo en la segunda mitad del siglo XVIII una reacción

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