La revolución norteamericana, auge y perspectivas
LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA, AUGE Y PERSPECTIVAS Europa centro-oriental y oriental se acentuó la servidumbre. Las pres– taciones personales aumentaron de uno o dos días a la semana a tres y cuatro. Los siervos quedaron atados a la tierra, sujetos a la justicia patronal. Sólo se podían casar con autorización de su señor y sus hijos estaban obligados a prestar servicios personales en la casa pa– tronal. La población campesina europea del siglo XVIII era una masa he– terogénea que acusaba las mayores diferencias. El acaudalado arren– datario inglés o el campesino libre en Francia no tenía nada en común con el siervo ruso que era un verdadero esclavo. Sin embar– go, en uno y otro caso se percibe a 10 largo del siglo XVIII una cre– ciente inquietud social. Los unos quisieron librarse de las últimas restricciones feudales que pesaban sobre ellos, los otros se levantaron desesperados contra la opresión. La agricultura y la población campesina experimentaron, pues, en el siglo XVIII grandes cambios a raíz de los cuales se produjo una cre– ciente inquietud, presagio de cambios aún mayores y más radicales. Al mismo tiempo empezaron a producirse también importantes cambios en las actividades industriales, comerciales y financieras. Hacia mediados del siglo XVIII la industria tenía aún un carácter plenamente artesanal y se basaba en una tecnología tradicional y empírica que se había mantenido sin mayores alteraciones a través de los siglos. Las hilanderas pintadas por Velázquez empleaban fun– damentalmente las mismas técnicas utilizadas en los tiempos de Ho– mero por la bella Penélope. Un herrero del siglo XVIII forjaba el hierro de la misma manera que el legendario Hefaistos. Los construc– tores del palacio de Versalles usaron las mismas herramientas y téc– nicas que los maestros y arquitectos que levantaron el Partenón y el Coliseo. En el curso del siglo XVIII se producen cambios revolucionarios en la tecnología; se empieza a aprovechar sistemáticamente la ciencia para desarrollar nuevos medios técnicos y el hombre toma conciencia de que es posible dominar la naturaleza y transformar el mundo me– diante la ciencia y una técnica racional. Los primeros cambios fueron aún lentos y pequeños, pero ellos prepararían el camino para la gran revolución industrial que se pro– duciría a fines del siglo XVIII con el invento de las nuevas máquinas. Los progresos de la física, en particular de la mecánica y de la acústica, permitieron construir los nuevos instrumentos musicales, los bronces, el clavecín, el pianoforte y los violines de los Amati y los
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