La revolución norteamericana, auge y perspectivas

LA: REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA, AUGE Y PERSPECTIVAS instituciones tradicionales y proyecta su andar seguro por las clari– dades del saber. Esos principios políticos e ideológicos fueron adaptados y consoli– dados por la Independencia Norteamericana y crearon las posibilida– des para hacer realidad el sueño jeffersoniano de fundar "un imperio para la libertad". Contra este ilusionado anhelo se alzaban las graves dudas que asistían a Montesquieu acerca del peligro de que las repú– blicas extendieran demasiado sus dominios. Una fatal sucesión de hechos hizo que los temores del pensador francés se hicieran dramá– ticamente presentes en la Guerra de Secesión, la más encarnizada y total que conociera el mundo hasta entonces. Cualquier otro conglo– merado humano, luego de tan demoledora experiencia, se hubiera desmembrado, pulverizado..., pero Jefferson interpretaba no sólo su propio pensamiento sino que era el portavoz de un sentir colectivo, y Lincoln sacrificando sus más queridos sentimientos y a costa de su propia vida reconstituyó el "imperio de la libertad como no se ha visto nunca desde la Creación". ¡Si bien con dolor tuvo que pagar Estados Unidos los temores de Montesquieu, con gloria ha podido realizar los sueños de }effersonl Los doscientos afios que median desde Julio de 1776 hasta hoy, se han llenado del milagro de la superación constante de un pueblo. Bien decía Washington: "cuando la libertad echa raíces, es planta de rápido desarrollo". Los tres millones de las trece colonias se trans– forman en 212 millones de habitantes que ahora se reparten en cin– cuenta Estados, sobre una extensión de más de nueve millones de kilómetros cuadrados. Los Estados Unidos de América se yerguen ante la faz del mundo como el más deslumbrante y estremecedor milagro creado por el hombre. Sus instituciones políticas, perfeccionadas al través de los tiem– pos, configuran una democracia auténtica que defiende y exalta los valores permanentes de la persona. Cada ciudadano es a la vez depo– sitario y el defensor de los derechos fundamentales de su Constitución y sus leyes que le señalan dignos deberes de solidaridad colectiva, le otorgan claros derechos de seguridad, bienestar y justicia, y que lo revisten de la nobleza de un hombre libre. Ya lo decía nuestro ilustre Vicuña Mackenna en 1852: "Los Estados Unidos son un gran pueblo ante el que ninguna frente que piense en la libertad y en los derechos del hombre debe dejar de inclinarse reverente". Al amparo de sus instituciones democráticas, han sabido construir 216

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