La revolución norteamericana, auge y perspectivas

Eugenio PereiTO. Salas I CHILE y LA INDEPENDENCIA DE ESTADOS UNIDOS Juan Fernández, con el exilio del ejército a la Argentina y con los preparativos de un Ejército Libertador del cono sur de América en Mendoza, bajo la dirección de San Martín y O'Higgins. En los Estados Unidos la situación había cambiado. En la política, los discursos de Henry Clay, representante de Kentucky y la obra periodística, había creado una opinión pública favorable a la inde– pendencia total de América. Uno de los grupos más activos en esta propaganda que se transfor– mó en ayuda militar en el Caribe, tuvo su asiento en el puerto de Baltimore. Allí, desde 1815, comenzaron a equiparse naves corsarias que recorrían la costa caribeña. La prensa, en especial el Baltimore Patriot, el New York Columbia del activo periodista Bapriste Yrvine y sobre todo el Nile's Register de Ezequías Skiner, caldeaban la atmós– fera en favor de los pueblos hispanoamericanos. En este medio favora– ble vino a trabajar el General José Miguel Carrera, ayudado por Poinsett y David Portero Fueron enormes los esfuerzos desplegados para organizar una expedición naval que condujera a la independen– cia de Chile. Supo granjearse el cariño general y en las tertulias del café de Baltimore, rodeado en especial por los oficiales franceses de– rrotados junto a Napoleón en 'VaterIoo, comenzó a estructurar una flotilla, equipada con un cargamento de armas para organizar en el país la resistencia. La llegada a Buenos Aires de la Clifton y la Savage, fletadas desde Baltimore, aportó refuerzos importantes a los ejércitos patriotas en lucha, gracias al rápido traslado de las armas y equipo que duplicaron el esfuerzo nacional. Ya estaba en marcha el Ejército de Los Andes y la admirable tra– vesía del macizo andino por sus vitales puntos estratégicos terminó en la gloriosa Batalla de Chacabuco en que San Martín y O'Higgins al– canzaron el glorioso título de libertadores por sus hazañas militares y cívicas. La noticia de este encuentro decisivo que iba a culminar en la Batalla de Maipú concentró la atención pública estadounidense so– bre la suerte y el destino de los países del Cono Sur. El Presidente James Monroe interesado en obtener informaciones directas, concretas y objetivas antes de anunciar al mundo el reconocimiento de su inte– gral independencia política, decidió nombrar una comisión con este objeto, delegando en César A. Rodney, J ohn Graham y H. M. Brac– kenridge, a la que se agregó al Juez Teodorico Bland, conectado con los dinámicos grupos independentistas de Baltimore organizados por

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