La revolución norteamericana, auge y perspectivas

LA REVOLUCIÓN NORTEA~IERICANA, AUGE y PERSPECTIVAS Pronto se agregó el tráfico lobero y la millonaria cosecha de las pieles de lobo de las islas esporádicas de Chile, Santa María, Más Afue– ra, Mocha y San Ambrosio, permitieron acumular las pieles necesarias para abrir el comercio lejano de la China. Por último, llegaron los hombres de empresa de Boston, Filadelfia y New York, que encontra– ron en el cobre del Norte Chico la mercadería apropiada que iba a servir de llave para iniciar este tráfico de vital importancia económica para el país. Sin duda, fueron leves los contactos personales entre chilenos y americanos, pero en las capas superiores de la sociedad chilena encon– tramos ya, en el siglo XVIII, algunos troncos genealógicos que han tenido trascendencia social como lo fueran los Délanos, los Frost y los Hoevel. En la medicina se destacaron algunos profesionales emi– nentes. Sonó a comienzos del siglo XIX la ansiada hora de la libertad. El 18 de Septiembre de 1810 se reunía en solemne sesión el Cabildo Abierto de la capital y esas voces jurídicas que exponían la doctrina de la causa nacional llegaron a escucharse en los estrados gubernamen– tales norteamericanos gracias a la labor de un audaz comerciante, Mateo Arnoldo Hoevel, que va a desempeñar un rol resonante en la transmisión de estas noticias alentadoras para la convivencia ame· ricana. Hoevel, testigo presencial de estos hechos, transmitió en carta al Presidente James Madison las decisiones de esta trascendental asam– blea destinada a preservar el país contra los ataques de cualquiera potencia y a corregir los abusos del antiguo régimen. "Estos cambios, terminaba la nota, presentan halagüeñas perspectivas políticas y eco– nómicas para este Reino que por su situación independiente, clima saludable, suelo fértil e inmensas riquezas naturales, merece estar en los primeros rangos en la región sur de América". Hoevel, desde ese momento, tomó la representación moral de su país y contribuyó poderosamente a la difusión de la idea de libertad, introduciendo la imprenta en que salió a la luz pública el 13 de Febre– ro de 1812, el primer periódico chileno, La Aurora de Chile, a cargo de Fray Camilo Henríquez. La Junta de Gobierno de Chile, el 11 de Marzo de 1811, envió al Presidente de los Estados Unidos la nota inicial que inicia las rela– ciones diplomáticas. En el exordio aseguraba que "la comunidad de ideas, de sentimientos y de necesidades dan a Chile el derecho de estrechar la mano cariñosa y fraternal del generoso pueblo norteame- 202

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