La revolución norteamericana, auge y perspectivas

Edward Glab, fr. I DOSCIENTOS ARos DE pOLÍTICA EXTERIOR DEMOCRÁTICA: EE.UU. EN••• Estos consejos y advertencias de Washington contra las influencias y embrollos extraños influyeron en la historia norteamericana más de lo que habría imaginado el propio Washington. "Las pasiones que mueven a los norteamericanos más profunda– mente", escribió Alexis de TocquevilIe en 1835, "son las comerciales y no las políticas.. :'38. Y era cierto. Desde el nacimiento de los Estados Unidos hasta la Segunda Guerra Mundial la nación y su pueblo se preocupaba más que cualquier otra cosa en ampliar el territorio del país y desarrollar su propia industria y agricultura. Por ejemplo, el famoso historiador norteamericano Richard Hofstadter en The Age 01 Retorm, dice que el período de historia americana entre la Guerra Civil y el fin del siglo pasado puede estar concebido como la época de la industrialización, ampliación del territorio nacional, y conserva– tismo político en EE.UU.89. En este siglo también Estados Unidos trató una vez más, después de la Primera Guerra Mundial, de retirarse del mundo y entre las guerras mundiales se cayó en una nueva etapa de aislamentismo. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial y la ame– naza del comunismo que siguió en su estela puso un fin, quizás para siempre, al aislamentism(') y colocó en primera fila el dilema de la formulación de una pol1tica exterior democrática. Hoy en día, en el umbral del tercer siglo de su historia, le esperan indudablemente a los Estados Unidos desafíos nuevos para reconciliar las demandas de la democracia con las exigencias de la política exte– rior. El dilema que confrontará tanto mañana como ayer y hoya cualquier funcionario que trabaja en la elaboración de la política exterior en un país democrático es como tomar en cuenta al pueblo, o sea saber y responder a la voluntad de una junta electoral demo– crática. La política exterior tiene que servir a los intereses del Estado en cuanto a su seguridad y bienestar, en otras palabras, su sobreviven– cia como una república democrática. El concepto de Estado es en esencia una abstracción intelectual. Es un término que cuando se invoca en una democracia quiere decir la suma de todas las voluntades individuales del pueblo. Así se puede decir que la política exterior está destinada a servir al individuo porque protege sus intereses y seguridad. Pero ¿qué es lo que. pasa si la seguridad de la nación no es mejor servida a través de 'la po– lítica exterior que goza de más popularidad entre el pueblo? Por "Citado en Edward Keynes y David Adamany, The Borzoi Reader in Ame– rican Politicl (New York: Alfred A, Knopf. Inc., 1971), p. 16. "'Richard Hofstadter, The Age 01 Reform (New York: Alfred A. KnoIÍf. 1955).

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