La revolución norteamericana, auge y perspectivas

LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA, AUGE Y PERSPECTIVAS En sus estructuras mentales y sociales la sociedad del Antiguo Ré– gimen seguía vinculada, pues, a una tradición muchas veces secular. Sin embargo, conjuntamente con las formas heredadas del pasa– do, se presentaron tendencias y fuerzas nuevas que a la postre pro– ducirían la crisis del Antiguo Régimen. Bajo una superficie aparente– mente estable se produjeron profundos cambios que afectaron todos los sectores y aspectos de la existencia histórica. Uno de los hechos más importantes y de la mayor trascendencia para todo el desarrollo posterior fue la explosión demográfica que se inició hacia el 1750. Todavía en los comienzos del siglo XVIII los go– bernantes y los economistas se habían quejado de la falta de pobla– ción y habían señalado que la mayor riqueza de un país consistía en una población numerosa. En el año 1696 el inglés Gregory King, en un notable estudio sobre El Estado y las condiciones de Inglaterra, había formulado el pronóstico de que "según todas las probabilidades, la población inglesa se duplicará en el curso de los próximos 600 años, esto es, hasta el año 2300". Mas la realidad no correspondió a la profecía. La duplicación se produjo, no en 600 años, sino tan sólo en 115 años. Inglaterra, que tenía 5,8 millones de habitantes en el año 1700, llegó a los 9,2 millones en el 1800, y a 11,1 millones en 1815. A fines del siglo XVIll Roberto Malthus, en su célebre Ensayo sobre la Población, expresaba en tono pesimista" que la sociedad per– fecta era imposible ya que toda sociedad provocaba su propia des– trucción, en vista de que la población aumentaba en progresión geo– métrica, mientras que la producción agrícola sólo aumentaba en pro– gresión aritmética. Dentro de poco tiempo iba a haber poco pan para muchas bocas. ¿Qué había sucedido para que en el curso de menos de un siglo se produjese un cambio tan notable? Durante cientos y miles de años una elevada mortalidad y, en particular, una fuerte mortalidad infantil, habían frenado el creci· miento demográfico. Periódicamente, las malas cosechas, la guerra y las epidemias habían dado origen a profundas crisis demográficas que habían eliminado cruelmente todo eventual excedente de pobla. ción. Hacia el 1750 se inició lo que la demografía histórica ha llamado la explosión demográfica del siglo XVIII. En el curso de un tiempo re– lativamente breve empezó a disminuir la mortalidad, se prolongó la duración de la vida y desaparecieron las grandes crisis demográficas. Si antes de 4 niños que nacían, uno moría en el parto o antes de 22

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