La revolución norteamericana, auge y perspectivas

EdwaTd Glab, Jr. I DOSClENTOS AÑOS DE POLÍTICA EXTERIOR DEMOCRÁTICA: EE.UU. EN... Vietnam fue un factor fundamental en la decisión de Johnson de no postular por segunda vez a la presidencia y factor clave en la derro– ta de Hubert H. Humphrey en 1968. La política exterior también fue el área de mayor interés, dedicación y logro de Richard Nixon yes la preocupación constante de Jimmy Cartero A pesar que tradicionalmente la política exterior no ha sido uno de los hechos de más interés entre el electorado americano, aconte– cimientos como Vietnam, la aventura de La Bahía de Cochinos, la invasión de la República Dominicana, y las acciones de la C.I.A. en varios países han servido como catalizadores que forzaron a los cuatro últimos presidentes a tomar más en cuenta la opinión pública y posi– ble reacción del electorado hacia la conducción y formulación de la política exterior. Richard Nixon recurrió constantemente a su "mayoría silenciosa" cuando quiso tener la opinión pública a su favor para su política hacia Vietnam, China y Rusia. Al formular su política exterior tuvo muy presente el disgusto que había provocado en el público america– no la política de Johnson hacia Vietnam, la cual llevó a este último a renunciar a cuatro años más en la Casa Blanca. Jimmy Carter también ha manifestado un gran interés por tener la aprobación del público para su política exterior, lo que le ha lle– vado a montar una campaña ruidosa de derechos humanos y a nom– brar un reverendo como Embajador ante las Naciones Unidas. Pero ¿es la conducta de la política exterior de tal manera desea– ble y en el transcurso del tiempo, factible? ¿Existe tal cosa llamada política exterior democrática? ¿Puede un país como EE.UU•. en esta época de guerras de botones de contacto y de complejos problemas in– ternacionales conducir a una política exterior verdaderamente demo.. crática, constantemente buscando el consenso del público? ¿Hasta qué punto se pueden democratizar la formulación y conducta de la po– lítica exterior sin poner en peligro la sobrevivencia del pueblo y del estado como una democracia? ¿Dónde termina el derecho del público a saber y dónde comienza la discreción de los dirigentes de la política exterior de guardar reservas? Estas preguntas no son nuevas. Pero la manera como han sido tra– tadas históricamente, ha producido un sinnúmero de problemas y consecuencias interesantes para la política exterior de los Estados Unidos. En la primera parte de este artículo propongo que el dilema

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