La revolución norteamericana, auge y perspectivas

E. "Víctor Niemeyer, Ir. I LA CONSTITUC¡ÓS NORTEA:I1ERICANA DE 1789 qué tenemos ¿una república o una monarquía?". "Una república", fue la respuesta, "siempre que ustedes puedan mantenerla". La Con· vención había terminado y también habían llegado a su fin los cuatro meses más decisivos en la historia de la República Norteamericana. Sin embargo, la Constitución no había sido aún ratificada y el escaso margen por el cual ello se logró indica que existía mucha opo– sición al documento. En cada uno de los Estados se celebraron conven– ciones donde los delegados votaron sobre el documento. Los debates fueron acrimoniosos. Aunque siete Estados ratificaron por márgenes de 2 a 1, o más, en Massachusetts el voto fue de 187 contra 168, en Virginia 89 contra 79, y en Nueva York el margen fue de 30 contra 27. Curioso es, pero los autores de la Constitución no incluyeron en el documento una declaración de derechos, no por indiferencia hacia los derechos fundamentales sino porque los autores no pensaron que fuese necesario especificarlos en el texto. Aunque ésta era una acti· tud lógica, psicológicamente era adversa. Los norteamericanos querían que sus derechos fuesen proclamados concretamente en la Consti– tución. A fin de contrarrestar las críticas que pudiesen haber logrado derrotar la Constitución en las convenciones ratificadoras, sus defen– sores prometieron que a fin de resguardar la ciudadanía contra accio– nes arbitrarias del gobierno, se decretaría una Declaración de Derechos en forma de enmienda a la Constitución; esto se haría en la primera sesión del primer Congreso. Se hizo y la Declaración de Derechos, o sea, las primeras diez enmiendas a la Constitución y parte integral de ella, entró en vigencia en Noviembre de 1791. Los derechos fun– damentales incorporados en la Constitución constituyen una garantía contra posibles atropellos ilegales e indebidos contra el individuo e incluyen las siguientes: la libertad de expresión, de imprenta, y de poder reunirse en forma pacífica para pedir al gobierno la reparación de agravios; el derecho de los habitantes de que sus personas, domi– cilios, papeles y efectos se hallaran a salvo de pesquisas y aprehen. siones arbitrarias; el derecho de un acusado de ser juzgado por un jurado; inmunidad contra las fianzas y multas excesivas y penas crue· les y desusadas, etc. También debe mencionarse que Alexander Ha· milton, James Madison y John Jayescribieron una serie de cartas en las que analizaban la Constitución,· alabando sus méritos. Las cartas, impresas en conjunto bajo el título El Federalista, fueron am– pliamente diseminadas y ayudaron a obtener apoyo para la ratifica– ción. Tal como lo expresó un científico político, "es significante que éste, el aporte más ímportante que hiciera América a la literatura del

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