La revolución norteamericana, auge y perspectivas
Cristiáll Guerrero Yoacham J LA DIPLOMACIA DE LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA entre España y Estados Unidos, que consistiría en que el territorio comprendido entre la ribera norte del Río Obio y el Mississippi, quedara en poder de Gran Bretaña, y que en el territorio al sur del Ohio, España estableciera un protectorado sobre los indios. Aquí estaba el juego de Vergenne, una verdadera máquina dia· bólica, porque, por una parte, buscaba de inmediato una compen· sación para España en vista que ya era muy claro que Gibraltar no sería conquistado. En segundo lugar, relegaba a Estados Unidos entre el Atlántico y los Apalaches, privándoles del acceso al Mississippi, y finalmente, el establecimiento de un protectorado español en ambos costados del Mississippi, vale decir, en los mismos territorios que Francia había colonizado y que había entregado a Inglaterra en el Tratado de 1763, y a España, La Lousiana, pocos días después, bien podía esta última ser restituida a Francia, en forma tan o más fácil como Francia los había traspasado a España. Debemos de recordar que en los Tratados franco-americanos, el mismo Vergenne había manifestado, ex profeso, que Francia no abrigaba pretensiones terri– toriales en América del Norte. Sin embargo, ahora, Vergenne vio la posibilidad de recuperar posiciones perdidas, y por los compromisos contraídos con España, buscaba quién pagara las consecuencias, y el pagador en este caso, era Estados Unidos. Ahí mismo sucumbió toda idea de llegar a una negociación con· junta franco-americana con Londres para la firma del Tratado de Paz. Y las sospechas de Franklin y .lay se aclararon también por otros hechos, en especial, las continuas preguntas de Conrad Alexander Gérard a .lay sobre las instrucciones que tenÍ3. del Congreso, los re– clamos del Encargado de Negocios de Francia en Philadelphia, Barbé Marbois, contra las intenciones norteamericanas de tener acceso a los bancos de pesca en Newfoundland, un viaje secreto de Reynaval a Londres, destinado a desbaratar las peticiones norteamericanas sobre las fronteras y, finalmente, el hecho de mayor importancia: nunca Vergenne quiso dar a conocer a los norteamericanos, a pesar que ellos lo solicitaron en varias oportunidades, las cláusulas de la Convención de Aranjuez. Con todos estos antecedentes, los norteamericanos buscaron con ahínco, llegar a la negociación final con Oswald, Henry Strackey y el Secretario Caleb \'Vhitefoord. La delegación norteamericana, en esta etapa difícil, se vio incrementada por J ohn Adaros que viajó desde La Haya para unirse a Flanklin y Jay y el Secretario W. T. 139
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