La revolución norteamericana, auge y perspectivas
Cristidn GUe¡TerO l'oacT¡am / LA DIPLOMACIA DE LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA la península. Sin embargo, con el correr de los días van a producirse algunos hechos que en parte van a cambiar la actitud espafíola. Pri– meramente, el Conde de Floridablanca sube al Ministerio en Febrero de 1777, Yel Conde de Aranda asume la embajada en París. Luego, los resultados de la guerra causan cierto impacto y preocupación en la opinión pública española, y en tercer lugar, la oferta de retornara España las Floridas plantea para muchos la pregunta ¿Y por qué no se aprovecha la coyuntura para intentar también, aprovechando la situación difícil de Inglaterra, la reconquista de Gibraltar, que Es– paña había perdido con el Tratado de Utrech en 1713? España continuará negando el reconocimiento de la independencia de Estados Unidos..., pero Gibraltar, es mucho lo que vale. El Conde de Floridablanca se lanzó entonces tras Gibraltar, apro– vechando las peticiones de Francia y las insinuaciones que se le hacían de ayudar a las colonias norteamericanas. Floridablanca creó su propia política y primero ofrece mediar entre Francia e Inglaterra y luego entre Inglaterra y las colonias, sin que ello significara reco– nocer la Independencia de Estados Unidos. El precio de la mediación no era otro que Gibraltar. Jorge III, por supuesto, negó la oferta de mediación y la consideró simplemente como una intromisión española en asuntos internos del Imperio Británico. Sin embargo, esta eventualidad de rechazo había sido calculada por Floridablanca, quien a través de sus agentes en París, planteó a Francia otra alternativa: un entendimiento entre ambas potencias, considerando como precedente el Pacto de Familia y buscar entre ambos la derr~ta de Inglaterra. El Conde de Vergenne pronto se dio cuenta que lo único que impedía la acción española era el asunto del reconocimiento de la Independencia de Estados Unidos, y en las conversaciones sostenidas con los agentes de Florida– blanca se llegó al acuerdo de firmar un tratado franco-español que nada tuviera que ver, ni siquiera mencionar, a las colonias rebeldes. Así nació la célebre Convención de Aranjuez, pacto secreto, firmado el 12 de Abril de 1779. Mediante la Convención de Aranjuez, España ingresaba en la guerra como aliada de Francia; ambas potencias no podrían firmar la paz con Gran Bretaña mientras Gibraltar no pasara a manos de España y Dunkerke a poder de Francia, o cualquier otro lugar que Luis XVI indicara en su reemplazo. Francia y España acor– daron algunas adquisiciones deseables pero no indispensables. Así. España, de triunfar la alianza sobre Inglaterra, recibiría Minorca, ] amaica y Florida, se expulsaría a los británicos de la Honduras.
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