La revolución norteamericana, auge y perspectivas
Cristián Guerrem Yoacham I LA DIPLOMACIA DE LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA a nuevos miembros al Tratado, países que hayan recibido agravios de Inglaterra, o sea, una alusiÓn directa a España. Finalmente, un artículo establece en forma textual: "Ninguna de las dos partes concer– tará la tregua o la paz con Gran Bretaña sin el previo consentimiento formal de la ou'a, y se comprometen mutuamente a no deponer las armas hasta que el Tratado o Tratados que pongan término a la guerra, reconozcan formal o tácitamente, la Independencia de Estados Unidos..,", Franklin había triunfado en su misión, pero a pesar de las reco– mendaciones que en 1776 había formulado Thomas Paine, con la firma del Tratado, no se lograba el aislacionismo, sino que la suerte de la Independencia Norteamericana quedaba ligada estrechamente a Europa. Cuando ambos tratantes incitaban a España a integrarse a la alianza, la suerte de la Independencia de Estados Unidos no quedaba sólo atada a Europa, sino a un peñón que ha hecho historia por siglos y siglos: Gibraltar. Francia comunicó la firma del Tratado de Amistad y Comercio a Inglaterra en forma inmediata, pero por supuesto ocultó la firma del Tratado Secreto. Vergenne lo hizo, exclusivamente, para conocer la reacción de Jorge III y del Ministro Lord North, Sin embargo, la comunicación llegó tarde, pues 48 horas después que los tratados ha– bían sido firmados, copia de ambos ya estaba en las Oficinas del Foreign Office. Habían llegado allí porque un tal Edward Brancroft, que las diligenciaba de acucioso secretario de Franklin y Deane, era un espía de los británicos, hecho éste que no fue descubierto sino hasta mucho tiempo después. El 20 de Marzo, Luis XVI, resplandeciente en Versailles, recibió en forma oficial a Franklin, que llegó al Palacio, vestido de terciopelo marrón, sin peluca, el escaso pelo al viento, los anteojos en la punta de la narÍz, haciendo gala de' la sencillez repu· blicana. Para que los Tratados entraran en vigencia, era necesaria la ratio ficación por parte del Congreso Continental, como necesario era tamo bién que llegaran a América antes que los enviados de Lord North conducidos por Carlisle. El 2 de Mayo de 1778, los textos de los tratados llegaron a York, Pennsylvania, donde funcionaba el Congreso, y el día 4 fueron ratificados. En Julio llegó a Estados Unidos una remozada y poderosa flota francesa que condujo a Conrad Alexander Gérard, primer Ministro de Francia ante el gobierno de Estados Uni· dos. El Congreso le recibió con una lujosa recepción en la cual se consumieron vinos y exquisiteces que Lord Carlisle había enviado
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