La revolución norteamericana, auge y perspectivas
Cl'¡stiáll Guen'ero Yoacham / LA DIPLOMACIA DE LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA tos de estos diplomáticos recayeron en Thomas ]efferson, Benjamín Franklin, Arthur Lee y Silas Deane, y respondían a un proyecto o plan de acción elaborado por el Comité Secreto de Correspondencia, que tenía objetivos muy precisos; a este plan o proyecto el erudito Profesor y Decano de los Historiadores Diplomáticos de Estados Uni– dos, Dr. Samuel F, Bemis, lo llama acertadamente "El Plan de 1776" y cristalizaba por primera vez en la Historia de Estados Unidos una política exterior en base a principios, conceptos, ideas y aspectos prác– ticos y pragmáticos, que hasta entonces eran los fundamentos esen– ciales de las políticas exteriores de muchas naciones europeas, espe– cialmente de aquellas que en los conflictos del siglo XVIII se habían declarado neutrales. Igualmente, yes lógico, el "Plan de 1776" con– tenía ciertos puntos de eminente carácter político, con el objetivo de llegar a la firma de un tratado con Francia. Parte fundamental del Plan de 1776, es la relativa al tráfico comer– cial marítimo, y alH el Plan reprodujo, palabra por palabra, las leyes navales europeas del siglo XVIII, en especial los acuerdos estipulados en el Tratado de Utrech de 1713 que puso fin a la Guerra de la Sucesión Española. y los tratados navales posteriores. Estos principios eran 4: 1) los barcos de las naciones neutrales están libres de cap– tura en tiempos de guerra y las mercaderías que llevan a bordo no están sujetas a incautación, excepto las declaradas en contrabando; en inglés este concepto se expresa con la simple frase "free ships makes free goods". 2) Lista muy restringida y muy definida de artículos que se declaran contrabando de guerra, 3) Libertad de los neutrales para comerciar en productos que no fuesen declarados contrabando de guerra entre un puerto neutral y un puerto beligerante, y 4) Trata– miento liberal y considerado, a un barco neutral, durante la visita o registro por navíos beligerantes. Estos principios habían llegado a ser los favoritos de los países europeos que en el siglo XVIII tenían una flota mercante y una armada reducida, especialmente por la divulgación que de ellos habían hecho los publicistas ilustrados y los estudiosos del Derecho Internacional. Lógicamente, una gran potencia naval como Gran Bretaña, con un vasto imperio ultramarino, un activo dominio y frecuentes conflictos, no los aceptó nunca, aun cuando en varias oportunidades, los puso .en práctica. Pero frente a España y a Francia y aun, frente a Holanda, Inglaterra era renuente a ateptarlos. Por ello, el "Plan de 1776", puso énfasis especial en estos principios. En la primera misión diplomática de Estados Unidos a Francia,
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