La revolución norteamericana, auge y perspectivas

Luis CalTeílo Silva 1, UN AMERICANO DEL SrGLO XVIII: GEORGE WASHINGTON SU nación, sin oír las apasionadas odiosidades contra la Madre Pa– tria y acallando los populares y sentimentales gritos en favor de Francia, con la cual tantos lazos de amistad y gratitud personales le ligaban; llegado el momento de pronunciarse, se inclinará por la neutralidad, sentando una política secular: atender al interés nacional por encima de cualesquiera otras consideraciones y alejarse de los conflictos europeos. Llega a acuerdo con Inglaterra sobre comercio, pesquerías y límites; y con España, para asegurar la navegación del Mississippi y la utilización del puerto de Nueva Orleans. Abre, por último, las puertas para la expansión hacia el Oeste. Para su gobierno, prolongado por dos períodos, tiene el mérito, escaso en la vida política, de rodearse de las personalidades más re· levantes y capacitadas, logrando un corolario excepcional para una vida de servicio público. En 1796 anuncia su retiro, declinando la posibilidad cierta de un tercer mandato, estableciendo, sin desearlo, un precedente respetado hasta la tercera elección de Franklin D. Roosevelt en 1940. Se ale– jaba a Mount Vernon: empero, un año antes de su muerte, aceptaba el mando del Ejército ante la eventualidad de una guerra con Fran– cia, en 1798. Falleció el 15 de Diciembre de 1799, y Tobías Lear, uno de sus familiares, comunicaba al Presidente Adams desde Mount Vernon la noticia: "Señor, con dolor indecible debo comunicaros la muerte del grande y buen General W'ashington. Murió ayer noche, entre las diez y las once, después de una breve indisposición de 24 horas por inflamación de la garganta debida al frío. Ha sido rodeado de todos 'los cuidados de la medicina, pero sin el resultado deseado. El ültimo acto de su vida estuvo en armonía con el resto de la misma: ni un solo gemido, ni una leve queja dejó escapar, a pesar de que sufría terriblemente. Con una perfecta resignación y en plena posesión de sus facultades mentales ha alcanzado el fin de una vida tan perfec– tamente empleada ll . "Pudiera definírsele como cifra y compendio de las virtudes que adornaron al caballero del siglo XVIII", dice de él un historiador. Pero trasciende su época. El siglo 18 sólo 10 cobija durante los años de su vida terrenal. Jorge Washington prolongará un magisterio po– lítico a través de las consideraciones que hace en su discurso de despe– dida, Muchas de ellas modelarán la vida de su nación, entroncándose 11 Publicada por EIsOll, opus ci t.

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