La revolución norteamericana, auge y perspectivas
Luis Carreña Silva I UN AMERICANO DEL SIGLO XVIII: GEORGE \"'ASHlNGTON El conductor político. Pero nuevamente Jorge Washington se equivocaba, y las angustias del llamado "Período Crítico" de la nueva nación, llegarían en procu– ra de su prestigio para asegurar la Unión y salvar en definitiva la obra de la Revolución. En efecto, entre los años 1783 y 1787, la Unión parecía naufragar. Los Artículos de la Confederación no capacitaban al Congreso para un gobierno eficaz, al carecer de facultades para encarar los acucian– tes problemas que presentaba la vida independiente tanto en sus relaciones exteriores como en las relaciones entre los Estados, renuen– tes a renunciar a su soberanía interna y a ceder, en beneficio de la generalidad, a sus particulares expectativas territoriales, políticas y económicas. Si graves eran los síntomas de anarquía política, la coyuntura eco– nómica venía a empeorar un estado de cosas que se aproximaba al caos. Las emisiones de papel moneda y las deudas de guerra, con su secuela inflacionaria, quiebras comerciales y depreciación monetaria. se conjugaron con una grave dislocación de la economía nacional. al cerrarse el comercio de las Indias Occidentales Británicas, tan impor– tante para la economía de Norteamérica antes de la Revolución. Una profunda depresión asoló el país entre 1784 y 1785, de la cual sólo se empieza a salir penosamente hacia 1787. Esta lamentable situación, que llega a adquirir contornos violemos en la rebelión de los granjeros de Massachusetts en 1786, podía sin embargo haberse solucionado con la existencia de un gobierno central eficaz, con imperio en materias financieras y poderes para regular el comercio del conjunto con el resto del mundo, por encima de las soberanías locales. Esta posibilidad es la que esgrimirá el grupo federalista, encabeza– do por Hamilton y Madison. En Mount Vernon, representantes de Virginia y Maryland estudiarán la manera de uniformar una de las materias más álgidas: el comercio. En esa reunión se hizo evidente la necesidad de lograr una cooperación más amplia; y Virginia tomará la iniciativa de convocar a los Estados a una convención a reunirse en Annápolis en 1786.. Pero sólo concurrieron a esa asamblea re– presentantes de cinco Estados, representación insuficiente para adop– tar acuerdos sobre la situación comerciaL Por fortuna, de esta reu– nión surgirá una nueva convocatQria, con sede en Filadelfia. San– cionada esta iniciativa por el Congreso, la convocatoria. que tenía 115
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=