Enfrentando los cambios globales: anuario de políticas exteriores latinoamericanas: 1991-1992

EUROPA Y AMERICA LATINA EN UN MUNDO ... 319 Conclusión A comienzos de los años 90, Europa se sigue perfilando como un socio de considerable peso para América latina, pese al lugar secundario que ocupa la región en las prioridades económicas y políticas europeas. Temas como la consolidación del Mercado Unico Europeo hacia finales de 1992, el proceso de unión política y económica acordado en la Cumbre de Maastricht de diciembre de 1991, la reconversión económica de Europa central y del este y la desintegración de la Unión Soviética, y los conflictos balcánicos invaria– blemente alimentan los temores del abandono europeo respecto de América Latina. Sin embargo, la influencia de esos hechos en las relaciones europeo– latinoamericanas ha sido limitada debido a que América Latina nunca llegó a ocupar un lugar prioritario en las relaciones exteriores europeas, con la solitaria excepción española. Así, los condicionamientos de esas relaciones han tenido que ver más con las realidades latinoamericanas que con los grandes acontecimientos mundiales. De ahí que el cuadro que aportan las relaciones interregionales en 1991 sea relativamente familiar: unas vinculaciones comerciales con la CE impor– tantes para América Latina, e incluso prioritarias para países como Argenti– na, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile y Nicaragua, lo que no las hace necesa– riamente satisfactorias desde la perspectiva latinoamericana; una cierta recuperación en las inversiones europeasen la región favorecida por la mayor disponibilidad de capitales en el Viejo Continente y por las condiciones favorables que ofrece América Latina; unas relaciones financieras ortodoxas e inmunes a las frecuentes profesionE;s de solidaridad de los líderes políticos europeos con respecto a la cuestión de la deuda externa latinoamericana; unos vínculos de cooperación discretos desde la perspectiva europea pero de cierta importancia relativa en América Latina, y una relaciones político-ins– titucionales estabilizadas, aun cuando la retórica y el entusiasmo de años anteriores parecen haberse enfriado algo, desarrollo que no es necesariamen– te negativo. Los cambio en Europa del este han tenido un impacto menor en las relaciones europeo-latinoamericanas. Más allá de la distracción de recursos de las fundaciones políticas alemanas o de algunos programas de coopera– ción muy específicos, los temores latinoamericanos sobre desviaciones de comercio, inversiones y flujos importantes de ayuda no se han visto confir– mados. La usual queja latinoamericana sobre la falta de una verdadera prioridad latinoamericana por parte de Europa es acertada. Sin embargo, desde la perspectiva de la región es menos importante determinar la prioridad que ella ocupa en las políticas europeas, que esbaja, que evaluar el peso que tiene Europa en la región, que es relevante y que no ha descendido tan abrupta– mente como quieren hacer creer algunos críticos.

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