Enfrentando los cambios globales: anuario de políticas exteriores latinoamericanas: 1991-1992
272 CARLOS LUJAN En el orden de las relaciones bilaterales en la subregión, el 8 de julio de 1991 los presidentes de Uruguay y Argentina suscribieron en Buenos Aires los documentos que habilitan el dragado de los canales de Martín García a treinta pies. A su vez, a mediados de diciembre los mandatarios de Uruguay y Brasil, acordaron ampliar el Protocolo de Expansión Comercial -PEC-¡ mientras que a principios de agosto Lacalle había visitado Bolivia, acompa– ñado por el canciller Hector Gros Espiell, el ministro de Industria, Energía y Minería, A. Montesdeoca,los tres comandantes de las Fuerzas Armadas y un contingente de empresarios nacionales. Gros Espíell y su colega de Bolivia, Carlos Iturralde, suscribieron un acuerdo referido a la prevención y represión del uso y tráfico de drogas. Con posterioridad, el comité intergubernamental de la hidrovía finnó un acuerdo para la navegación entre Puerto Cáceres y Nueva Palmíra, en una reunión llevada a cabo en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, ellO de diciembre de 1991. Las relaciones regionales Dos son los puntos de importancia en las relaciones regionales del país: el relacionamiento con EE.UU., a partir de la Inciativa para las Américas del presidente Bush, y los vínculos con el conjunto de los países latinoamerica– nos, ya sea en instancias constituidas y de mayor o menor formalización, como la OEA o el Grupo de Río, o especiales como las cumbres presidenciales. En cuanto al primer punto, en la política exterior uruguaya no se ha llegado a una discusión del tipo argentino sobre el"alineamiento automáti– co" con EE.UU., puesto que hay un consenso básico respecto a la importancia de las buenas relaciones con la potencia hegemónica, y ello se ha traducido en una orientación más fuerte hacia dicho país en desmedro de Europa yen un impulso a las relaciones de la subregión con él. Ahora bien, respecto al sistema internacional actual, dos son las configu– raciones más probables: una primera en la que el elemento característico es el liderazgo unilateral de los EE.UU. -como producto del papel de gendarme internacional asumido exitosamente en la guerra del Golfo Pérsico-, y una segunda articulada en torno a la existencia de múltiples polos que obliga a EE.UU. a la concentración de esfuerzos en su bloque geoeconómico de perte– nencia. En Uruguay estas dos alternativas exc1uyentes no son siempre visualiza– das como tales por los actores políticos. En particular, a lo largo de 1991 se ha esbozado una interesante inconsistencia a nivel de las percepciones de los principales tomadores de decisiones, que parecen esperar lo mejor de los dos obstante, sólo un porcentaje aproximadoa la cuarta parte del total manifiesta que Uruguay está preparado para el proceso -25 % en "todas las áreas" y 2 % en "algunas"-, un tercio no tiene opinión y dos quintos del total niegan la existencia de una preparación adecuada de Uruguay para participar en la integración subregional. Ver, Búsqueda, nº 587,16 de mayo de 1991, p. 48.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=