Enfrentando los cambios globales: anuario de políticas exteriores latinoamericanas: 1991-1992

250 JORGE HEINE En esa misma visita, se finnó una "Declaración Presidencial de Límites" en la que se señala pleno acuerdo en tomo a 23 de los 25 diferendos limítrofes que existían en una de las fronteras más largas del mundo (5300 km), algo que sin duda constituye todo un hito en las relaciones chileno-argentinas y puede marcar un vuelco cualitativo en las relaciones bilaterales. Uno de los diferendos pendientes, que no pudo ser resuelto en negociaciones directas y que fue sometido a solución arbitraC fue el de la zona de Laguna del Desierto. La solución del mismo quedó encomendada a un tribunal arbitral formado por cinco eminentes juristas latinoamericanos, que funcionará en la sede del Comité Jurídico Interamericano en Río de Janeiro. Estos avances en las relaciones chileno-argentinas, sin embargo, trajeron a luz, asimismo, la profunda desconfianza que sigue marcando la perspectiva mutua en importantes sectores de ambos países. La posibilidad de una integración energética, terna tradicionalmente sensible para las Fuerzas Ar– madas chilenas, fue criticado por el general (R) Alejandro Medina Lois corno algo que pondría "la yugular energética del país al filo del cuchillo" y que pondría al país en una"situación estratégica de vulnerabilidad permanente". Por otra parte, la posibilidad de que a partir de estos acuerdos de integración física los productos argentinos puedan acceder a los puertos chilenos y alcanzar así los mercados del Pacífico, despertó asimismo una fuerte polémica, liderada por la Sociedad Nacional de Agricultura. Yaunque la primera línea de su defensa ha sido laque ha dado en llamar"el resguardo del patrimonio fitosanitario de Chile", esto es, el evi tar que plagas erradica– das ya hace mucho tiempo del agro chileno ingresen nuevamente vía pro– ductos argentinos, y una segunda la insuficiencia de la infraestructura por– tuaria, que no daría abasto para absorber tanta demanda, la preocupación de fondo es otra, que a veces se expresa sólo implícitamente pero en otras es articulada francamente. Ella se refiere a la percepción, no sin fundamento objetivo, que por razones de extensión y calidad de suelo el agro argentino tiene ventajas comparadas importantes por sobre el chileno, y que, si se le permite acceso a los mercados del Pacífico en los que la fruta fresca y otros productos agrícolas chilenos han alcanzado cuotas de mercado nu desprecia– bles, tenninarán desplazando a los productores chilenos. y es aquí donde el discurso de la apertura económica que se convirtió en el credo del gobierno militar y del empresariado chileno en los ochenta muestra sus contradicciones; no deja de ser revelador que el presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura y principal crítico de estos acuerdos sea Jorge Prado, ex-ministro de Agricultura en el gobierno del general Pinochet.

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