Enfrentando los cambios globales: anuario de políticas exteriores latinoamericanas: 1991-1992

136 DIEGO CARDONA C. y JUAN TOKATLIAN el anterior titular de ese cargo, Enrique Peñaloza, preside la Comisión Nacio– nal Preparatoria de la Reunión de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (UNCEn), a efectuarse en Brasil en 1992. Prosigue por su parte, un discurso muy semejante en política exterior, con énfasis en asuntos económicos; en especial los referentes a la internacio– nalización necesaria del país, comenzando por la apertura comercial y finan– ciera y la necesidad de la modernización institucional a través de la creación del ministerio de Comercio Exterior; todo ello sin olvidar la tradicional defensa del derecho internacional. El proceso de actualización de la cancillería con el objeto de afinar los instrumentos de política internacional, que había comenzado en el período Barco, ha continuado con el presidente Gaviria. Al efecto, la Ley 11 de 1991, firmada en enero, protocoliza la reorganización del ministerio de Relaciones Exteriores y sienta las bases para establecer algunos mecanismos esenciales de coordinación y modernización en materia de política internacional y relaciones económicas externas. En cuanto a la política multilateral, se ha dado vigor a iniciativas que comenzaron con cierto éxitoen el período anterior, enespecial con el impulso otorgado al Grupo de los Tres (con Venezuela y México), con miras a un eventual acuerdo de libre comerdo¡ al Grupo Andino con una nueva y quizás definitiva fijación de plazos para la desgravación arancelaria y facilidades a la integración; y, al instrumento de concertación por excelencia en el conti– nente, el Grupo deRío, cuya presidencia protempore asumióColombia a partir de abril de 1991. También ha continuado sin variaciones la política activa en el Pacto Amazónico, el Grupo de Cairns, los No Alineados, el GATT yen las diversas instancias de Naciones Unidas. Colombia, además, comprometió su nombre como anfitrión de la Reunión de la UNCTAD de comienzos de 1992. En la perspectiva bilateral, las relaciones con Venezuela están en este momento en un nivel más armónico y menos tenso, gracias a la continuación de la política emprend ida desde la segunda parte de la administración previa, con énfasis en lo que converge entre los países, sobre lo que puede distan– ciarlos. El proceso de distensión es evidente y creciente, además de que la constitución real de las bases de una integración que va más allá de la retórica parece tener un dinamismo poco usual en el vecino país. Los objetivos fijados por la administración Barco de otorgar mayor importancia a los procesos de obtención y mantenimiento de una relativa au tonomía en el escenario internacional, la maximización del poder negocia– dornacional y la diversificación no ideologizada de las relaciones internacio– nales mantienen su vigencia. En cuanto a la vinculación entre procesos externos e internos, la interconexión temática es cada vez más amplia y compleja. No sólo por lo que se refiere al tratamiento del fenómeno de la insurgencia interna sino también en materias como derechos humanos, drogas y medio ambiente. En este sentido, las contrapartes internacionales

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