Enfrentando los cambios globales: anuario de políticas exteriores latinoamericanas: 1991-1992

VENEZUELA: LIMJTES y OPORTUNIDADES 111 gobiernos electos democráticamente (v.g. en Surinam y, más recientemente, en Haití). El compromiso asumido por Pérez en defensa de la democracia del continente se evidenció claramente en su inmediata reacción a las fallidas intentonas golpistas ocurridasen Argentina, Haití, Panamá y Trinidad a fines de 1990y al golpe perpetrado en vísperas de Navidad en contra del presiden– te Ramsewak Shankarde Surinam. En relación a este último, Pérez respondió no sólo con la ruptura de relaciones diplomáticas sino, además, solicitando sanciones colectivas a través de la OEA. Simultáneamente, procedió a estable– cer consultas con otros miembros del Grupo de Río a objeto de realizar una reunión para examinar la situación de Surinam y adoptar las medidas de seguridad colectiva pertinentes. El presidente Pérez desplegó un patrón de conducta similar en relación al golpe contra Jean Bertrand Aristide en Haití en septiembre de 1991. La diferencia en este caso fue su abierto deseo y disposición a emprender una intervención militar unilateral, y el desproporcionado intento de asegurar una intervención colectiva continental para restaurar al depuesto régimen de Aristide. Con tal propósito, invocó las facultades expandidas de la OEA para proteger la democracia del hemisferio, que habían sido otorgadas -a partir de una propuesta venezolana- en la asamblea que ese organismo celebró en junio de 1991. Los aspectos más negativos del activismo del gobierno se evidenciarían en lasaccionesemprendidas porel ministro de Relaciones Exteriores, Arman– do Durán. En efecto, durante su corta visita a República Dominicana, cuyo objetivo oficial era informar al gobierno de dicha nación sobre las medidas aplicadas para restaurar la democracia haitiana, procedió a presionar al gobierno de Balaguer a unirse al embargo económico interamericano bajo la amenaza de ser excluido del Pacto de San José. El enfoque militarista de Pérez a la crisis haitiana se acentuaría aún más con su propuesta a EE.UU., Francia y Canadá de formar un grupo de apoyo con el fin de establecer una base militaren Haití que reforzara las institucio– nes democráticas de ese país. La 11 diplomacia con cañones", adoptada por el Ejecutivo venezolano, fue incluso considerada exagerada por la administra– ción Bush, que reaccionó exigiendo al gobierno venezolano confinnar sus métodos disuasivos respecto del gobierno dominicano. A nivel doméstico, Pérez justificó el manejo de la crisis haitiana como una 11 reimplementación" de la vieja Doctrina Betancourt. Evidentemente, esta nueva versión de la doctrina, que bien podría denominarse "Doctrina Pérez", no supone el riesgo, a diferencia de la doctrina original, de aislar a Venezuela del resto del continente, dado el predominio de regímenes demo– cráticos en la región. Sin embargo, el intento mesiánico de elevar esa doctrina a la posición de principio de seguridad colectiva del hemisferio a objeto de justificar intervenciones en contra de golpes militares, ha sido recibida con

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