Antecedentes, balance y perspectivas del sistema interamericano

ANTECEDEl"lTl"S, BALANCE y PERSPECI1VAS DEL SISTEMA INTERAMERICANO Vas resoluciones en el campo de las relaciones económicas, provo– cando una mayor liberalización del intercambio regional. Tres años después, le correspondería al mismo 'Presidente Roose– velt pronunciar el discurso inaugural de la conferencia interameri– cana de Buenos Aires. En esta reul1ión se introdujo el principio de la consulta en el sistema regional, norma que sigue vigente hasta nuestros días. También se reforzó el principio de no intervención, al dársele una interpretación mucho más amplia que la adoptada en Montevideo. Como se mencionó más arriba, el auge que adquirió el panameri· canismo a partir de 1933 se debió igualmen te a la sucesión de una serie de hechos singularmente graves que tenían lugar en el resto del mund'o. En efecto, el vertiginoso ascenso del totalitarismo y el cli– ma de violencia que se comenzaba a respirar en IEuropa y Asia, hízo que los países americanos buscaran con verdadera ansiedad el ca– mino de la solidaridad hemisférica como única manera de afrontar los peligro.s que se avecinaban. Dentro de este contexto, surgieron las primeras reuniones de consulta entre los Estados americanos (1939: iP!anamá; 1940: La Habana; 1942: Río de ~aneiro), en las cuales se f'ue concertando una política común que daría extraordi– narios resultados durante la Segunda Guerra Mundial. Salvo una excepción, la República Argentina, los países america– nos enfrentaron unidos la Segunda Guerra ¡Mundial. Cuando los Estados Unidos fueron atacados por las fuerzas japonesas, la reacción de los países de América Latina no se hizo esperar: nueve Estados de la región declararo·n de inmediato la guerra a las potencias del Eje; tres Estados rompieron relaciones con los países agresores; un tercer grupo optó por declarar su plena solidaridad con los Estados Unidos; y, un último grupo ofreció tratar a los norteamericanos co– mo un país no beligerante, dejando a un lado una serie de obliga– ciones propias de una nación neutral. Hacia comienzos de 1945, to– das 1as naciones americanas se habían calificada a sí mismas como beligerantes, demostrando una unidad que óunca antes se había al– canzado. La colaboración que prestó América Latina a la causa aliada fue impresionante y -abarcó tanto el campo económico como el militar. Corden Hull, el secretario de Estado de Roosevelt, resumió así esta cooperación: "lEn el momento más negro de la guerra ... , nuestras repúblicas her– manas izaron sus banderas junto a las nuestras. Abrieron sus puer– tas a nuestros barcos. Dieron la bienvenida a nuestras tropas el' 54

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