Antecedentes, balance y perspectivas del sistema interamericano

ANTECEDENTES, BALANCE y PERSPEGTIVAS DEL SISTEMA INTERAMERICANO era menos valioso que el inglés, ya que según sus planes primitivos el gobierno de Washington, '!lO debía ser invitado. Santander, el vicepresidente de Colombia, tenía una opinión muy diferente a la del libertador. ¡Para él, la solidaridad hemisférica cons– tituía un vínoulo más estrecha y seguro que la lejana protección in– glesa. Esta creencia del influyente político de Bogotá eX!plica la in– vitación que se les envió a los norteamericanos en 1825, con el fin de que participaran en el magno congreso. IP'ero, Gran Bretaña y los Estados Unidos no fueron los únicos invitados "extranjeros". Los organizadores también enviaron sendas invitaciones a Francia, que optó por rechazarlas, y a los Países Bajos, que decidieron aceptarlas. En Estados Unidos, la invitación siguió un camino plagado de di– ficultades. iEl secretario de Estada Henry Clay, un ardoroso pana– mericanista, no tuvo inconvenientes para aceptarla. El Congreso, en cambio, se opuso en términos muy claros al evento bolivariano, gra– cias a la convergencia de dos grupos muy diferentes que, en conjun– to, representaban la inmensa mayoría del cuerpo legislativo. En primer lugar, estaban los sectores esclavistas, que recordaban que Hispanoamérica había cometido la osadía de abolir la esclavitud y que el programa del CongresO' contemplaba un punto que se refería a la conveniencia de rf!primir el tráfico de esclavos; en segundo lu– gar, estaban los aislacionistas a ultranza, que no querían abandonar la política externa independiente de la joven nación ni refundirla en un principio más ampHo; por último, no hay que olvidar que ya en esa época muchos norteamericanos tenían fijada su mirada en la posesión española de Cuba, aspiración que era completamente in– compatible con los planes que se pretendían esbozar en ¡Panamá para otorgar la independencia a los cubanos. A pesar de esta sólida oposición, se <liprobó finalmente el envío de la misión, bajo la con– dición de que ella se abstuviera de suscribir declaraciones conjuntas que se refirieran a la colonización o intervención europeas en los nuevos Estados americanos. Queda, pues, en claro que los Estados Unidos no le daban mucha importancia a la doctrina Monroe y que, en ningún caso, pretendían convertirla en un principio verdadera– mente interamericano. La fatalidad !hizo que la misión, defendida con tanta pasión, por Clay, no llegara nunca a su destino. Uno de los representantes mu– rió en el camino, mientras que el otro partió demasiado tarde co– mo para alcanzar a participar en el evento. A pesar de todo, el Congreso de Panamá se celebró en 1826, con– tando con la participación de delegados de México, América Cen-

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