Antecedentes, balance y perspectivas del sistema interamericano
Alberto van Kiaveren I Los ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL SISTEMA ••• fin el concurso del resto de Europa. Las desesperadas peticiones de la decrépita monarquía española fueron recibidas con bastante frial– dad por las naciones europeas, las que si bien miraban con simpatía la reconstrucción de los viejos imperios, no estaban dispuestas a ju– garse por España en una aventura de ultramar. A pesar de todo, las reuniones del nuevo concierto europeo arrojaron resultados suma– mente positivos para sus promotores, ya que de ellas surgió la Santa Alianza, una coalición integrada por todas las naciones importantes de la Europa continental creada con el objeto de evitar la caída de las monarquías absolutas del IViejo Continente. Este cometido fue llevado a cabo exitosamente en diversas ocasiones, destacándose en el contexto de nuestro estudio la intervención militar de Francia en España, acordada en 1822 con el fin de restaurar la autoridad absoluta del rey Fernando VII. La intervención francesa despertó las inquietu– des de Gran Bretaña, que manifestó varias veces su oposición a cualquier conquista de las antiguas posesiones españolas por parte tIe alguna potencia europea. Al formular estas advertencias, Gran Bretaña no se inspiraba en motivos puramente idealistas. No hay que olvidar que los ingleses eran partidarios de la pacificación internacional y de la consolida– ción de las nuevas naciones americanas debido a las inmensas posi– bilidades que se abrían para la colocación de los productos de la revolución industrial. Como los Estados Unidos compartían estas inquietudes, movidos por razones un tanto diferentes, los hábiles ingleses les propusieron emitir una declaraciÓn conjunta que aludiera al problema de las antiguas colonias españolas en América. La gestión británica fra– casó debido a que los norteamericanos pusieron como condición pre– via, el reconocimiento de los nuevos países por parte del gobierno de 'Londres. A pesar de todo, la iniciativa no pasó inadvertida por Washington, donde existía una alarma similar por el posible re– brote del colonialismo europeo en América. La historia demostró que esta alarma pecó de exagerada, ya que en aquella época las principales potencias europeas ya habían renunciado a cualquier em– presa de reconquista en el continente americano. IDentro de este contexto, y a pesar del escepticismo del secretario de Estado John Quincy Adams, de los Estados Unidos, surgió la fa– mosa Do'ctrina Monroe, declaración que se convertiría en un dictum sagrado de la política exterior norteamericana hasta nuestros días. Las frases relativamente breves que contienen lo que más tarde sería conocido como la "Doctrina Monroe" fueron expuestas en dos pasa- 35
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