Desarrollo de la Antártica
Sergio Sepúlveda G. I EL MARCO CEOCRÁFlCO DEL DESARROLLO Al'iTÁRTlCO aire con trayectoria oeste a este. ,Esta circunstancia, como en otros as– pectos, prolonga en la Antártica una característica que singulariza a la Patagonia occidental. ' Las observaciones climatológicas registradas en el Centro Meteo– rológico de la Base ,Presidente Frei, proporcionan desde su creación una base científica verdaderamente sistemática para caracterizar los rasgos del clima subpolar que enmarca nuestra .presencia antártica. Aspectos bioge'Ográfico:; El recuento sumario de los rasgos fundamentales del territorio antár– tico no podría dejar de lado los aspectos biogeográficos y las apre– ciaciones de las comunidades bióticas antárticas, que han sido estu– diadas preferentemente por grupos de especialistas de las universi– dades dhilenas. En este dominio la investigación nacional (Univer– !lidad de Concepción) ha orientado su esfuerzo principalmente hacia el conocimiento de las comunidades bentónicas de las islas Shetland, en particular en el área de Bahia Foster en Isla IDecepción, donde ocurren Ínteresantes cambios faunísticos y del hábitat marino, debi– do a la continua actividad volcánica referida con anterioridad_ 'En años recientes, científicos de la Universidad Austral de Valdivia han llevado adelante estudios sobre la ecología de los peces en Bahía South, que pretenden condensar gráficamente en un mapa de distri– bución microgeográfica y batimétrica especies recolectadas y anali– zadas. El mismo equipo ha pesquisado las características vitales y las migraciones de las aves antárticas; especialistas de la Universidad Católica de Santiago han tenido a su cargo el análisis de las comu– nidades de invertebrados marinos de la zona de marea en la Antár– tica; por su parte, botánicos de las Universidades de Chile y Cató– lica de Valparaíso, enfrentan el estudio de musgos y líquenes y su posibilidad de aplicación en el campo de los antibióticos en el área de caleta Ardley y en la Isla Rey Jorge. Vale la pena hacer resaltar que estas observaciones ewlógicas y sistemáticas sohre estas vegeta– ciones antárticas datan desde las primeras instalaciones chilenas en este medio, de modo que ellas no han sido ajenas a la preocupación de las dotaciones de las bases. Conviene rec.ordar al respecto la tem– prana y frustrada tentativa del grupo de Tarea Antártica de 1947/ 48 por aclimatar líquenes, musgos y algas traídos desde 'Yendegaia en Chile Metropolitano (caleta Ferrari, latitud 55° sur y longitud 66055' oeste). La experiencia, puramente empírica, se consideró ofi– cialmente fracasada al reconocerse el área de las plantaciones du– rante la VI Operación Antártica de 1951/512. 59
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