Desarrollo de la Antártica

Mateo Martínie B. / INTERÉS, PREOCUPACIÓN Y PRESENCIA ANTÁRTICA ••• rio de Sir (Ernest Shackleton, realizado exitosamente por la escam– pavía Yelcho, de la Armada de Chile. Antes, en julio del mismo año, se había realizado también una expedición de salvamen'to en la gole– ta nacional Emma, que resultó infructuosa, como otras en vano in– tentadas por el esforzado explorador británico. iEn febrero de 1918. finalmente, el vapor Alejandro, de la Compañiía de Salvatajes de Punta Arenas, especialmente requerida para el caso, realizó con fe– licidad las operaciones de salvamento del buque-factoría noruego Solstreif, encallado en la isla Decepción. LA QUIlE1I'A LABOR DE GABlINETE HASTA LA DICfACIÓN DEL DECRETO ANTÁR11ICO, 1920-1940 Aquel acto humanitario había de ser, por otra parte, el último que señalaría una presencia activa de Ohileen la región antártica. Ha– brían de pasar casi tres décadas hasta comprobar el retorno -esta vez definitivo- de la actividad nacional. Pero si ausente del área geográfica meridional, compartiendo una suerte de despreocupación por el lejano continente de la que ¡parti– ciparon de hecho todas las naciones interesadas, la República no ol– vidó sus derechos. Por el contrario, en quieta y meritoria tarea, emi· nentes ciudadanos, hombres públicos y técnicos se preocuparon de mantener viva la noción de soberanía antártica chilena, a través de distintas acciones, continuando la tradición iniciada con brillo ¡por el tenaz y visionario (Der. Federico Puga Borne, verdadero campeón de los derechos nacionales en el territorio polar. Así, en 1923, en la cátedra universitaria, Miguel Cruchaga Tocornal, internacionalista de nota, prodama:ha y defendía la posición chilena, en tanto que Carlos Silva Vildósola, escritor y periodista, exhumaba de reposito– rios británicos documentos valiosos para mejorar los títulos antárti– cos del país. Años después, Ramón Cañas Montalva, militar distin– guido, comandado en Magallanes, escribia a su tumo sesudos articu– las que clamaban por la realización de una acción efectiva de domi– nio polar. Los agentes diplomáticos de Chile en Londres y Washign– ton a su tiempo, ya desde 1915, reunían celosamente antecedentes que informaban o podían servir a la defensa del interés nacional en la materia. Tanta actividad como la recordada, que por fuerza debía trascender, añadida a la condición de vecindad geográfica, hicieron que Chile fuese invitado en 1931 a participar en los trabajos científicos del Año ¡P'olar 1932-33, referidos a la climatología antár. tica, y en 1938, igualmente invitado a participar en la Exposición 47

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