Desarrollo de la Antártica
EL DESARROLLO DE LA ANT,\RTICA El petróleo me preocupa mucho más porque es fuente de n– taminaóón y porque su extracción puede hacer revivir el problem~ de las soberanías. De la experiencia petrolera ártICa podemos sacar algunas con– clusiones. Desde luego, que esas compañías todopoderosas, que "no acep– taban" en 1'972 sino una moratoria máxima de dos afios para ex– plorar comercialmente petróleo en la Antártica, no eran tan "temi– bles" como se las pintaba y tieneH bastante trabajo en el Artico, por lo menos hasta fines del presente siglo. A lo que debe agregarse las labores en el Mar del Norte. En seguida, que el avance técnico y el altO' precio del petróleO', harán, dentro de un tiempo, posible y conveniente, eX!plotarlo tam– bién en la Antártica. Por último, que el peligro de contaminación es aún muy grave, y no se ha encontradO' el métodO' que nO's dé seguridades. Algún día se le encontrará. Evitar la contaminación no puede ser más difícil que llegar a la Luna o posar unas sondas en Marte. Ahora bien, pasando al otro problema, ¿es necesario resucitar el "rompecabezas" político de la Antártica? Es fácil decir: no reconozco la existencia de soberanías individuales antárticas) pero esto no nos ayuda a solucionar el problema. Los sectores son un hecho importante y podrá discutirse la dis– tinta validez de los títulos que les sirven de fundamento, pero na– díe puede negar que detrás de ellos hay toda una serie de valiosos antecedentes, de esfuerzos, de sacrificios y, aun, de hechos heroicos que son parte de la historia; porque los sectores son un hecho his– tórico innegable que el propia Tratado Antártico tomó en cuenta, y trató por todos los medios de no alterar. No olvidemos, además, que de los 12 países invitados a Washington en 1959, la mayoría, 7, tenían demarcado un sector. El propio Tratado, como dije, en su arto 49, reconoció que existían "derechos de soberanía o reclam,tciones territoriales", sin que esto innovara en la posición de cualquier país de reconocerlo o descono– cerlo. V. BASES PARA EL I>ESARROLLO ECONÓMICO Los que estuvimos en la conferencia de Washington, en 1959, re– cordamos que la "libertad de inv('stigación cientffica" se constituyó en un escollo casi insalvable, y su aceptación final sólo se logró cuando las grandes potencias aCeptaran la desnuc1earización de la
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