Ensayos sobre el Pacifíco: estudios publicados en la Revista Estudios Internacionales

Ricardo Rieseo I LA CUENCA DEL PAciFICO EN IJNA PERSPECTIVA GEOGRÁFICA (1980) ternacionales, en la práctica el acceso, el control, la tutela sobre él, estaría dada por Chile y los países ubicados en igual latitud en la vertiente occiden– tal. Estos países son: Nueva Zelandia, Australia, Fidji y lo que podríamos englobar, para estos efectos, bajo las islas del Archipiélago de Tuamoutu. Es decir, ;tquellos países que conforman el llamado Pacífico Sur. La segunda perspectiva geopolítica que determina la configuración de este eje transversal de "mar juridiccional" es la de controlar, por parte de estos países enumerados, toda la proyección del Océano Pacífico sur hacia la Antártica. Resultan evidentes las proyecciones incalculables de estas dos conclu– siones para nuestro país. Ellas están además revelando la dirección en la que resulta aconsejable acentuar la política internacional Océano Pacífico de Chile. Sin embargo, un análisis detallado del mapa revela que en el caso chileno no existe un puente continuo entre el ArchipiélagoJuan Fernández y la Isla de Pascua. No obstante, el Instituto Hidrográfico de la Armada ha publi– cado en la llamada Hoja 15, un mapa titulado "Chile Continental,Terri– torio Antártico, Islas Oceánicas y Mar Chileno", escala 1: 7.000.000. En ese mapa aparecen entre el ArchipiélagoJuan Fernández y las islas San Félix y San Ambrosio por un lado, y la Isla de Pascua por otro, la llamada Isla Po– d~stá, la Roca Emily y la Roca Marcada. Aplicando en torno a estas islas las 200 millas marinas, se lograría la continuidad del puente hasta la Isla de Pascua. Especialistas nacionales sostienen que esas islas y roqueríos nunca han existido y que fueron publicados en este mapa erróneamente, basán– dose en informaciones, quizás en crónicas más bien, de navegantes del siglo pasado. No es la intención dilucidar esta controversia, pero es probable que si no existen hoy día en superficie, estas islas estén, no obstante, sumergidas a baja profundidad. Un estudio batimétrico detallado podría talvez dar la respuesta definitiva. La tecnología moderna actual permite, sin duda, la creación artificial de islas, más bien dicho, de plataformas o boyas; cuyos fundamentos se apoyen en profundidades de 60 metros o más. Quedaría por diluCidar la i,mpHcan– cia jurídica a la que daría lugar un hecho de esta naturaleza. La experiencia de la República Federal de Alemania, Inglaterra, Noruega en el Mar del Norte en este aspecto, muestran claramente la factibilidad de una solución de esta naturaleza. Sin embargo, aún dejando de lado este tipo de especulaciones, existen también argumentos geográficos, más bien de orden casi geofisicos, que indican que no sería peregrina la idea de pensar en la factibilidad del sur– gimiento, en superficie, de nuevas islas en este sector. Para demostrar esta afirmación se puede recurrir a testimonios geográficos que apuntan en tal 85

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