Ensayos sobre el Pacifíco: estudios publicados en la Revista Estudios Internacionales

ENSAYOS SOBRE EL PAcíFICO efectiva cuando más necesaria sea. Durante la Segunda Guerra Mun– dial, no hay duda de que el pueblo y el gobierno de Gran Bretaña querían hacer todo lo posible por defender Australia. Y sin em– bargo, para ellos era simplemente imposible hacerlo. La primera obligación del gobierno británico era para con el pueblo de las Islas Británicas; había que protegerlo de los bombardeos, la inva– sión o la ocupación, y mantener abiertas las rutas para importar alimentos y municiones. Era inevitable que la seguridad de Australia ocupara un lugar subordinado en la estrategia general británica. Es adecuado que los australianos reflexionen sobre el hecho de que actualmente el Sudeste de Asia y el Sudeste del Pacífico pueden tener una prioridad bastante baja en la estrategia global de los Estados Unidos. En cierto sentido, Australia tuvo simplemente suerte al poder contar con la pronta y efectiva protección de los Estados Unidos durante la Guerra del Pacífico. Al atacar Pearl Harbour y las Filipinas, así como las fuerzas británicas y australianas en Malaya, Japón introdujo a los Estados Unidos en la guerra. Y las pérdidas que los Estados Unidos sufrieron en Pearl Harbour, junto con la barrera protectora de bases insulares que Japón había construido para proteger las islas japonesas de un ataque por el este y el oeste, hicieron de Australia una base indispensable para un ulterior ataque en dirección de norte a sur. Fundamentalmente, debido a nume– rosos cambios tecnológicos ocurridos en los últimos treinta años, es improbable que esta cambinación vuelva a darse. Pese a algunas bases de comunicación instaladas por los Estados Unidos en Aus– tralia, es improbable que Australia tenga una importancia similar en la futura estrategia norteamericana a la que ha tenido en el pasado. Es comprensible que el gobierno australiano ponga aún en público un gran énfasis en el pacto ANZUS, pero sería penoso que no comprendiera que en sí mismo no ofrece más que una frágil segu– ridad. Aunque los recursos norteamericanos son inmensos, no son infinitos, y el gobierno norteamericano tiene ahora compromisos y tratados con 42 naciones. No hay nada en el texto del ANZUS ni en el de la SEATO que se acerque a un compromiso de ayuda militar automática. Y la Doctrina Nixon, así como las acciones de Nixon. han aclarado al mundo que el gobierno de los Estados Unidos está buscando una revaluación de sus compromisos pasados a la luz de los intereses nacionales actuales o futuros. No es atacar la mora– lidad ni la sinceridad norteamericana pensar que sus obligaciones para con Australia se encontrarán subordinadas a sus obligaciones primarias para con el pueblo de los Estados Unidos. No parece probable. luego de la agonía de Indochina, que algún gobierno norteamericano esté dispuesto a comprometer fuerzas terres- 140

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