Ensayos sobre el Pacifíco: estudios publicados en la Revista Estudios Internacionales

ENSAYOS SOBRE EL PAcíFICO rior haya sido lograr que Norteamérica garantice la seguridad austra– liana. Nuestra alianza con los Estados Unidos, pese a la importancia critica que nuestro gobierno le ha atribuido, no ha estado libre de molestias, frustraciones y algunos peligros. Por cierto, las frus– traciones de Australia comenzaron con la alianza en tiempos de guerra. El gobierno australiano tardó en darse cuenta de que, aun después de Pearl Harbour, para Washington la derrota de Hitler tenía prioridad sobre la de Japón, y el Atlántico era más importante que el Pacífico. El gobierno australiano reclamó urgentemente un arreglo formal que asegurara que su voz sería escuchada y atendida en Washington_ Requirió el rápido establecimiento de un cuerpo encargado de la dirección de la Guerra en el Pacífico, en el cual Australia tuviera plena categoría de miembro. El Gabinete y el Consejo Asesor de Guerra multipartito fueron unánimes en esta petición. Pero fue en vano. Hubo algunos esfuerzos para aplacarnos, particularmente el establecimiento de un Consejo de Guerra en el Pacifico, con plena participación de Australia, pero ningún arreglo organizacional podía ocultar las realidades del poder. Roosevelt, en consulta con Chur– chill, tomó las decisiones estratégicas en el Pacífico. Ambos mos– traron deferencia para con Stalin, ya que creían depender de Rusia para ganar la guerra en Europa, y podían necesitar la ayuda rusa para derrotar al Japón. Los tres creyeron que era necesario vencer a Hitler primero. Aparte de las decisiones propiamente militares adoptadas durante la guerra, los Estados Unidos decidieron generalmente en consulta con sus principales aliados, los objetivos de la guerra en el Pacífico y el Oriente de Asia y la polftica de posguerra hacia Japón. Para su desesperación y enojo, el gobierno australiano se enteró primero de las decisiones de largo alcance tomadas en El Cairo en diciem– bre del 1943, en Yalta en febrero de 1945 y en Postdam en julio de ese año, a través de la radio y la prensa. Tampoco el gobierno aus– traliano había sido consultado en modo alguno sobre la critica y delicada cuestión de las negociaciones con el gobierno japonés en la primera mitad del mes de agosto de 1945, que llevaron a la aceptación de la declaración de Postdam y al fin de la guerra. Siempre resueltos a ser tratados como factor principal en el Pad– fico, los gobernantes australianos exigieron que Australia, como estaba estipulado, tuviera una parte prominente en la ocupación del Japón. Gran Bretaña, la India y Nueva Zelandia aceptaron que un personero designado por el gobierno no australiano -el autor de este artículo- fuera su representante conjunto ante el Consejo· Aliado de Tokio. La Fuerza de Ocupación del Commonwealth Bri– tánico tenía un comandante en jefe australiano y el Tribunal Militar 136

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