Ensayos sobre el Pacifíco: estudios publicados en la Revista Estudios Internacionales
ENSAYOS SOBRE EL PAciFICO -y posteriormente Primer Ministro entre 1939 y 1941 Ynuevamente de 1949 a 1966- declaró que no veía cómo podría Australia tener 'una política exterior propia, y que la línea correcta consistía en tra– tar, discreta y privadamente, de influenciar la política exterior britá– nica en los casos en que los intereses australianos estuvieran en juego. Cuando estalló la guerra en Europa, en setiembre de 1939, nuestra Armada y nuestra Fuerza Aérea estaban comandadas por oficiales británicos "secundados". Nuestro Departamento de Asuntos Extranjeros habia sido separado de la cartera del Primer Ministro recién en 1935, y sólo tenía un puñado de funcionarios. No habla ninguna misión diplomática australiana en el exterior; sólo un oficial de enlace en Londres y otro en Washington. De hecho, cuando el gobierno designó a Mr. R. G. Casey como nuestro primer delegado en Washington y en cualquier otro lugar, el Primer Ministro Men– zies enfatizó públicamente que esto en ningún modo significaba un debilitamiento del Imperio Británico. La dependencia australiana respecto de Gran Bretaña era casi completa. Pero como Gran Bretaña luchaba contra Alemania e Ita– lia, en ese momento prácticamente sola, muchos ~ustralianos lle– garon a sentir que si Japón se sumara a la guerra, Gran Bretaña no podría desplegar fuerzas efectivas para la defensa de Australia y Nueva Zelandia, a 12 mil millas de las Islas Británicas. Cuando el Partido Laborista derrotó a la coalición conservadora, en octubre de 1941, el nuevo Primer Ministro, el señor John Curtain, y su Ga– binete comenzaron a angustiarse progresivamente acerca de las in– tenciones del Japón. Pero los ingleses en Londres o en Singapur creían en alguna medida ser inexpugnables y se burlaron de las ansiedades australianas. Una revisión confidencial británica, sobre la situación en el Lejano Oriente, hecha a fines de setiembre, señalaba diversos puntos en los que dicha situación había ido evolucionando en contra de los intereses del Japón, y declaraba que en consecuencia era muy poco probable que el Japón entrara en la guerra, lo que habría representado una locura. A fines de octubre, el Sr. Churchill telegrafió al Sr. Curtain su opinión de que el Japón no se arriesgaría a una guerra, a menos que o hasta que Rusia hubiera sido aplastada, cosa que era poco probable en vista de la fuerte resistencia que los rusos venían oponiendo. Cuando Japón descargó su golpe en Pearl Harbour, las Filipinas y Malaya, en diciembre de 1941, los australianos abrigarnos la esperanza de que los norteamericanos, nuestros poderosos nuevos aliados, juntamente con los ingleses y holandeses, se recobrarían pronto de esa primera embestida. Los japoneses demolieron rápida– mente estas ilusiones. Hacia fines de febrero de 1942, ya se habia 134
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