Panorama de la política mundial
PANORA:I>IA OJ; LA PoLÍTlO MUNDIAL GEOGRAFÍA DE AFRICA La extensión de Ahica es más del doble en superficie que la del Continente Antártico, pero más ¡pequeña que Sudamérica. Alcanza a treinta millones de kilómetros cuadrados. 'Para dar una idea de esta eno'rme extensión: cabe en su superficie tres veces Europa, 10 veces la Argentina o quince veces Chile. En primer lugar, el continente africano ofrece a simple vista un aspecto compacto, macizo, como recogido sobre sí mismo, sin penín· sulas alargadas ni brazos de mar que lo penetren. Esta impresión sólida de Africa se ve reforzada por la existencia de escasas isla5 a su alrededo'r, excepción hecha de la gran Isla de Madagascar, ubio cada a 400 kilómetros de distancia de la costa SE. El relieve africano está conformado en general por bordes m00· tañosos que encierran amplias mesetas. Estas adoptan la forma de grandes "cubetas", o sea más altas en la proximidad de sus bordes que en sus planicies interiores. Al contrario que los dem¡ís con tí– nentes, el relieve africano no posee largas cordilleras en proporci6n a su enorme superficie territorial, siendo una excepción los !Monles Atlas en Noráfrica. Tampoco existen extensas llanuras como las del continente americano. Las estrechas llanuras africanas son litorales de poca anchura, debido a la gran proximidad de los altos bordes a la línea costera atlántica o Índica. Estos bordes próximos a las costas enmarcan a su vez las planicies o cubetas centrales del Africa Central, Oriental y Austral. Los bordes montañosos litorales han constítuido un obst,ículo 11:1· tural formidable a la penetración que tradicionalmente se ha inten– tado emprender desde las costas. Junto al inmenso y árido Sahara por el Norte, los altos bordes costeros han sido barreras casi infran– queables que retardaron la exploración y expansión europea en !;lS regiones centrales y tórridas de Africa. Las fuentes legendarias del Nilo, por ejemplo, constituyeron durante décadas un verdadero mis– terio, el que recién fue revelado por la expedición del británico John H. Speke en 1858 al reconocer el Lago Victoria-Nyanza. Condicionados por estos relieves, los ríos africanos se caracterizan por buscar generalmente el camino más l:ugo y dificultoso para llegar a desembocar a los mares. Por tanto, otras características de las vías fluviales es que, precisamente, no son "vías" de penetración desde la costa úl interior. Ofrecen en su recorrido serias dificultades para la navegación dehiclo a las cataratas, los rápidos y cascadas que
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