Panorama de la política mundial

Femando MOllckebelg B. I 'LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA Y TÉCNICA Y LA••• dólares (subvenciones y préstamos) que concedieron en 1968108 paí– ses occidentales y La URSS. El mayor porcentaje correspondió a Estados Uni..d!os (5.675 millones), o sea el 0,6% de su Producto Nacional B~'uto (PNB), seguido por Alemania Occidental con 1.623 millones, ,o sea, el 1,26% de sU Pl\iB. En cambio, la URSS entregó 169 millones, lo que represeuta el 0,05% de su PNB. En este último caso, el 95% se destinó a préstamos con interés y apenas el 5% a subvenciones, que representaron la mitad del aporte de las otras naciones occi– dentales. Hay que hacer notar que en la conferencia de la Nu(Gi- nebra, 1963) sobre la aplicaciól1 de la ciencia. y la técnica en be– . neficio de las zonas subdesarrolladas, se recomendó, entre otras co– sas, que los países avanzados les dedicaran a los .atrasados el 170 delPNB (Gunder J A., 1970). Si bien es cierto que la ayuda otorgada por los países desarrolla– dos ha sido variable, no cabe ninguna duda de que es insuficiente. Si queremos ser objetivos en el análisis de nuestras posibilida<ies . de desarrollo, es necesario tener muy en claro que la ayuda 4e los países poderosos no la obtendremos :fácilmente, ni menos gratuita– mente. Para reforzar lo afirmado, vale la pena citar las palabras de Eugene R. Black, ex presidente del Banco Mundial, en el sentido de que los pr.ogramas de ayuda allegan beneficios substanciales a los negocios norteamericanos: "1. Les suministran mercado inmediato para las manufacturas y servicios; "2. Fomentan el desarrollo de mercados para las compañías norte– , .americanas, y "3. La ayuda de países extranjeros orienta el desarrollo de empre– sas libres, en donldle las firmas norteamericanas pueden prosperar" (Black, E., 1965). Las países desarrollado·s están díspuestos a ayudar, pero, como es lógico, siempre y cuando se resguarde su propio interés. ,Difícil es que otorguen ayudas significativas y desinteresadas, y. en cambio, es más fácil que otorguen ayudas que permitan fortalecer sus áreas de influencia. En una publicación reciente hecha por el Instituto Internacional de Investigación para la ¡Paz de Estocolmo (Myrdal, G., 1972), se muestra que los países desarrollados han entregado arma- mentos a los subdesarrolladbs por valor de 17,4 billones de dólares ,.!ie~de el final de la Segunda Guerra Mundial. De ellos, 7 billones fueron entregados por Estados Unidos y 4 billones por la Unión So– viética. Lógicamente que con este tipo de entrega sólo se consigue '{95

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