Panorama de la política mundial

Fernando Monckeberg B. I ,LA REVOLUCIÓN CIENTíFICA Y TÉCNICA Y LA... quina de escribir se inscribió en 1714; perO' se la fabricó comercial– mente ISO años después. La aceleración con que los descubrimientos se aprO'vechan es especialmente evidente en los últimos 50 años. Se– gún Frank Lynn (Lynn F., 1967), que estudió los 20 inventos más importantes de la última década, el tiempo de aplicación se ha acor– tado en un 60%. Es difícil pred'ecir el futuro; pero de seguro se se– guirán adquiriendo conocimientO's aunque en cada fecha parezca que se ha llegado al tope. En 1865, un editorial del Times de Londres afirmaba que la gen– te bien informada sabe que es imposible transmitir la voz po,r alam– bres y que no tendría ningún interés práctico si se lograra. Un de– cenio después Bell descubrió el teléfono. La comunicación se ha hecho indispensable y a su perfeccionamiento debemos en buena parte las convulsiones actuales. Al poro tiempo, otro editorialista del diario contaba que nada sino estupideces se puede esperar de los carruajes sin caballos y que insistir en ello no tenía sentido, A los seis años se armaba el millonésimo automóvil Ford. En una revista de la época aparece otra aseveración que hoy parece graciosa: el hom– bre ha alcanzado el máximo de la velocidad -60 kilómetros por ho– ra-, que no se excederá porque no se podrá respirar, se congestiona– rán los ojos y, si se abre la boca, el pasajero reventará por el efecto del aire que penetra a sus pulmones. Un sociólogo predijo 'que volverá la estabilidad, pOl1que se ha com– pletado la modernización. 'Este pronóstico es más bien una mani– festación de temor ante los cambios incesantes, que resultan arduos de programar. Montados en la cresta de la ola, no es previsible pre– decir adónde se llegará. Cuando se lanzó el primer satélite, se ase– guró que eran tantos los problemas para colocar IUn hombre en la Luna que, de ser posible, no ocurriría antes del año 2000. Sentados en nuestras casas vimos,' con corto intervalo, a los astronautas aluni– zar y. hablar por teléfono con el Presidente de Estados Unidos. Se ha repetido la proeza al punto que apenas nos conmueve. Sería ,ab– surdo pensar que la avalanCha de conocimientos se va a detener, es– pecialmente hoy, en que recién comenzamos a asomarnos a lo de:;– conocido. <Sería también absurd'o pensar que estos nuevos conoci– mientos no van a repercutir también en la vida del hombre y que, 'Por lo tanto, no van a influir de manera directa en las estructuras de la sociedad fntura. El cambio experimentado en los últimos años como consecuencia de este conocimiento científico y técnico ha sido tan brusco y evi~

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