Nuevas perspectivas de la integración latinoamericana: volumen 4

EL MOMENTO ACTUAL DE LA COOPERACIÓN E INTEGRACIÓN••• / R. Barros Charlin blemas mundiales de crisis de sistemas monetarios o de abasteci– miento, impactan especialmente a quienes por su debilidad están sometidos a una suerte de estrangulamiento del sector externo. Rom– per esta relación requiere aumentar la producción industrial, diver– sificar las exportaciones, incrementar el consumo, aumentar la capa– cidad de pago y en definitiva, incorporar los procesos técnicos y los altos índices de productividad de la industria moderna. Es difícil imaginar cómo nuestros países latinoamericanos por sí solos puedan desarrollar este modelo y llegar a producir productos de suficiente valor agregado, en competencia mundial, enfrentando a los podero– sos países industrializados que cuentan con todos los recursos y ade– lantos tecnológicos. La comprobación de esta elemental e innegable realidad determinan que la integración constituya un instrumento de desarrollo indispensable para los países latinoamericanos. Por lo demás, la idea de la integración no es nueva. La historia del progreso económico de los pueblos está íntimamente asociada con la de su integración. Tenemos muy presente el crecimiento ver– tiginoso de ¡Europa mediante su esfuerzo nacional, la asistencia fi– nanciera extranjera y especialmente la formación de mecanismos multinacionales de integración. Las grandes etapas de crecimiento económico en el mundo han coincidido con poderosos movimientos integradores y, por el contrario, las etapas de fuertes regresiones y depresiones han coincidido con períodos de desintegración y aisla– miento económico de los pueblos. SÍ examinamos el desarrollo de Hispanoamérica, vemos que el germen integracionista estuvo siempre presente. Las condiciones no pudieron ser más adecuadas en el comienzo, cuando desde su descu– brimiento· hasta el inicio de su vida libertaria dependió de un go· bierno central que procuró darle unidad religiosa, material, política y administrativa. Lo natural hubiera sido que el continente evolu– cionara hacia la integración. La Independencia tuvo líderes con una amplia actitud integracionista: Miranda, Bolívar y San Martín tra– bajaron por la unidad continental. Sin embargo, en el desarrollo posterior el continente se pobló de países, escasamente comunicados y dedicados básicamente a la extracción o producción de materias primas exportables a los países industrializados, y dependientes en grande escala de la importación de manufacturas desde dichos países. A nuestra generación le corresponde superar este orden y alcan– zar para nuestros pueblos los niveles adecuados de desarrollo, y no hay duda que sólo en un contexto integracionista esta tarea ti:.'nc 118

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