Las relaciones entre los países de América Latina
LAS RELACIONES ENTRE LOS PÁISES DE AMÉJUCA LATINA De modo que en un sentido, estos conceptos son explicadones y pue– den derivar en implicaciones para el futuro. Pero si las explicaciones son correctas ellas parecerían sugerir di– ficultades ampliamente difundidas para preservar la democracia. Uno de los aspectos lamentables del fracaso de Latinoamérica para encontrar un consenso en torno a un conjunto particular de ideas políticas es que los países latinoamericanos, a pesar de sus problemas, tienen tantas ventajas que otros países del tercer mundo sólo pueden envidiar. Su estándar de vida es mucho más alto, su nivel de educación es más alto, en muchos casos son capaces de producir materias primas para las cuales' existe un mercado internacional, su nivel de industrialización es sustan– cial, y la unidad racial de los países es mucho más grande que la mayor parte de los países del tercer mundo, previniendo por ello el surgimiento de movimientos basados en sentimientos raciales antagónicos. La mayor parte de los estudiantes de la políticá latinoamericana ven ¡ a aquellas formas no-democráticas de gobierno como el modelo buro– crático autoritario, como una respuesta de élite a la crisis y no algo que es inherente a la cultura latina. Estas formas de organización política son medios mediante los cuales las élites preservan sus posiciones aunque ellas pueden tener elaboradas justificaciones teóricas. En particular, 'la creencia en los tecnócratas y la eficiencia 'que mu– chos líderes militares profesan es vista como una manera de reforzar el "status quo". La habilidad técnica, como un sustituto para la política, tiene una connotación positiva para algunos, pero en la práctica esta creencia en el gobierno de los tecnócratas ha sido tan desventajosa para las masas y ventajosa para la élite, que es difícil creer que las opciones técnicas están basadas en una definición amplia de lo que es bueno para el pueblo en su conjunto. La justificación del autoritarismo sobre la base de la habilidad técnica, es realmente una versión reflotada del concepto Platónico de los reyes filósofos excepto que el autoritarismo burocrático no tiene resguardos para garantizar la benevolencia. Por otra parte, uno pecaría de ingenuo al argumentar que la democra– cia es una solución fácil a los problemas de gobierno en Latinoamérica. O'Donell está en lo cierto al señalar los problemas causados por ideo– logías populistas como estrechamente vinculados a gobiernos demo– cráticos reformistas. Cuando los problemas económicos emergieron al final del "boom" de la sustitución de importaciones (si hubo un boom), el estrago econó– mico minó la confianza pública en la habilidad de las estructuras demo– cráticas para hacer frente a problemas fundamentales. Por ello, es verdad que los partidos democráticos en Latinoamérica pueden ser culpados (en grado diverso) por su inhabilidad para conven– cer a la gente que ciertas clases de sacrificios son necesarios y que los problemas no pueden ser resueltos imprimiendo dinero. Pero, en estricta justicia con los partidos, ellos a menudo tuvieron que confrontar pro-
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